David García Pérez. Alcalde de Nules.
Echando la vista atrás, unos meses antes de las elecciones municipales y autonómicas, el PP planteó una reforma de la ley electoral para que en los Ayuntamientos gobernase la fuerza más votada. Lo justificaban, entonces, con la búsqueda de la estabilidad política, aunque la realidad se confirmó el 24 de Mayo. El PP de Mariano Rajoy, pese a ser la fuerza más votada en muchos Ayuntamientos-como en el caso de Nules donde perdió 3 concejales y mucho apoyo vecinal-, no gobierna. El consenso, los pactos para dar estabilidad y la pluralidad, tras leer el mandato de las urnas, han primado por encima del rodillo único que aplicaba el PP. Sin ir más lejos en Nules donde nadie tenía voz. Ellos hacían y deshacían con su mayoría absolutísima.
Y no han hecho autocrítica. No han asumido que la gente no quiere rodillo, ni listas cerradas, ni privilegios, ni sueldazos, ni opacidad, ni corrupción. Los ciudadanos hemos pedido más transparencia, más participación ciudadana, más democracia y, en definitiva, otras formas de hacer política. Pero no, la culpa de haber perdido los apoyos electorales, poder territorial y mayor capacidad de colocar a amiguetes –que no olvidemos es lo que más preocupa a los que defienden formas arcaicas, caducas y caciquiles de gestionar una administración pública- es de la ley electoral. La misma ley electoral que cuando interesa cambian a su conveniencia e interés. ¿Se imagina alguien que en una partida de ajedrez, que tiene sus reglas estipuladas, un jugador que está a punto de perder la partida decide que su torre puede matar en diagonal y hacer un jaque mate para ganar la partida? Pues esto pretende hacer el PP pero con la diferencia de que no es un juego.
En España tenemos un sistema electoral proporcional que otorga el ``poder´´ al partido que consigue mayoría absoluta o la alcanza mediante el diálogo y pactos con otras fuerzas. Al PP,-que dejen ya de repetir que las demás fuerzas políticas hemos pactado para no respetar la voluntad popular- le interesa un traje a medida, esto es cambiar el sistema por uno mayoritario que garantice la gobernabilidad regalándole escaños aunque ello no sea proporcional y por tanto se aleje de la voluntad popular reflejada en las urnas. Un sistema que, sin duda, favorecería el bipartidismo y perjudicaría la rica pluralidad existente en nuestro país, garantizándoles la permanencia en el gobierno aunque una mayoría de ciudadanos votemos para botarles.
Como ciudadano me rebelo contra estas formas de hacer las cosas y de utilizar una mayoría absoluta. Una ley electoral, la que regula las reglas del juego, no puede quedar a merced de ningún grupo político en particular. Los ciudadanos pedimos acuerdos y consensos, y que dejen de jugar con nuestro futuro. Queremos una reforma que acerque al político al ciudadano, listas abiertas, límite de mandatos y mayor castigo al que roba y despilfarra. Siguen sin tomar nota del mandato ciudadano el pasado 24 de Mayo: no todo sirve y las decisiones tienen consecuencias.