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jueves, 21 de noviembre de 2024 | Última actualización: 19:57

II Año Mariano del Lledó

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Casimiro López. Obispo de la Diócesis Segorbe-Castellón.

Estamos celebrando el II Año Mariano de Lledó. Todo este año natural está jalonado por diversos actos en la Basílica de la Mare de Déu del Lledó. En los meses pasados,  la imagen peregrina de la Virgen ha estado visitando las parroquias de la Ciudad, la cárcel, los hospitales y el albergue de Cáritas, acompañado de catequesis sobre la Virgen María. Todo ello nos está preparando para los actos centrales del Año Mariano en los primeros días del mes de mayo en torno a la fiesta principal de la Virgen, el día cuatro del mismo mes, aniversario de su coronación. El día primero de mayo, trasladaremos la imagen de la Virgen  en solemne procesión a la Con-catedral de Santa María donde permanecerá hasta el día diez, para poder estar bien cerca de todos y ofrecer la oportunidad a niños, jóvenes y adultos, a enfermos y ancianos de visitarla y venir a rezarla.

Es nuestro deseo que este Año Mariano y la presencia de la imagen de la Virgen en la Con-catedral nos ayude a despertar o profundizar nuestra devoción a la Virgen, la Mare de Déu del Lledó; y que nuestro amor a la Virgen nos lleve al encuentro personal con su Hijo, Jesucristo, el Hijo de Dios, el único capaz de dar sentido, alegría y esperanza a nuestra existencia: un encuentro que nos lleve a una adhesión de mente y corazón a Dios en su Hijo para experimentar la alegría de saberse amado por Dios y compartir con otros esta experiencia de amor.

La Virgen siempre dirige nuestra mirada y nuestros pasos hacia su Hijo, el Hijo de Dios, el Salvador, la Buena Noticia de Dios para toda la humanidad. Celebramos a María, porque ella es la Madre del Dios, que nos da a su Hijo, fuera del cual no existe Salvación, vida, libertad y esperanza. Este es el verdadero motivo de nuestra devoción y de nuestro amor a la Virgen. En este Año, los bautizados hemos de dejarnos llevar por la Virgen a su Hijo, Jesucristo, para que se avive nuestra fe y vida cristianas tantas veces adormecidas en un ambiente marcado por la indiferencia religiosa y una cultura cerrada a Dios.

Esto es lo que nos mueve en este Año Mariano y siempre que celebramos a la Virgen. A ella acudimos en todos los momentos de nuestra vida, y, en especial, en los momentos de debilidad o de dificultad, de dolor o de aflicción. Vivimos en un 'valle de lágrimas'; somos peregrinos en la vida. Como una buena madre, María nos llevará a su Hijo. María nos acompaña siempre. Toda la vida cristiana es como una gran peregrinación hacía la casa del Padre, del cual se descubre cada día su amor incondicionado por toda criatura humana.

 La Virgen nos susurra las palabras de su Hijo Jesucristo para que seamos fieles en su seguimiento y en la misión de anunciar el Evangelio, sobre todo en estos momentos difíciles para perseverar como cristianos. Ella nos pide que vivamos unidos en la comunión con Dios y con la Iglesia. María es la primera cristiana, que nos enseña a vivir fieles a nuestra fe en el seno de la Iglesia. Ella es modelo para todos los fieles, y lo es porque nos mueve a imitarla en las actitudes fundamentales de la vida cristiana: en la fe, en la esperanza, en la caridad y en la obediencia a Dios. ¡Que María nos enseñe a vivir como verdaderos discípulos de su Hijo en el seno de la comunión de la Iglesia al servicio de la misión para que Cristo, su Hijo, llegue a todos!