Casimiro López. Obispo de la Diócesis Segorbe-Castellón.
Con motivo del proyecto de reforma de la Ley de Educación, la LOMCE, los contrarios a la presencia de la Religión en el aula argumentan que el lugar propio de la religión no es la escuela, sino la catequesis parroquial y la educación religiosa en la familia. Esta postura se basa, de un lado, en el intento de desalojar la religión del ámbito público para recluirla al ámbito privado y, de otro lado, en la negación de la dimensión religiosa de la persona y su apertura a la trascendencia, que ha de ser tenida en cuenta si se quiere ayudar al desarrollo de la personalidad del alumno en su integridad. Este posicionamiento desconoce además u olvida conscientemente que la catequesis y de la enseñanza religiosa en la escuela tienen objetivos y contenidos propios y complementarios. Ya en el año 1979, la Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis de la Conferencia Episcopal publicó el documento "Orientaciones pastorales sobre la Enseñanza Religiosa Escolar", que sigue siendo válido hoy también; en él se expone con toda claridad y extensión la legitimidad de la religión en la escuela, así como el carácter propio y el contenido específico de la catequesis y de la enseñanza religiosa.
Ambas -catequesis y clase de religión- se sitúan, en efecto, en un ámbito distinto -la parroquia o la familia y la escuela- lo que les proporciona su peculiaridad propia. Su intencionalidad es distinta: la catequesis tiene como intención directa y explícita la evangelización del niño o del joven; es decir, ayudar a que el niño o al joven a conocer encontrarse con Jesucristo para que, con la ayuda de la gracia, se convierta a Él y a su Evangelio y sea un creyente, un discípulo y un testigo del Señor Jesús y del Evangelio y que se vaya integrando más y más en la comunidad cristiana. En la enseñanza religiosa escolar, por su parte, lo que se ofrece y lo que los padres piden y desean es que lo religioso se integre en la formación humana de sus hijos, que el sentido de la vida y visión del mundo que van a recibir en la escuela tengan perspectiva cristiana, en el caso de la enseñanza religiosa católica.
Y, finalmente, ambas tienen objetivos distintos: La catequesis tiene como objetivo que la fe del cristiano se inicie y madure en el seno de la comunidad eclesial, enraizándose en la fe de la misma, adquiriendo los contenidos de fe y moral, nutriéndose en las celebraciones litúrgicas y robusteciéndose en los compromisos cristianos. La enseñanza religiosa escolar, por su parte, tiene como objetivo estimular a que, desde un conocimiento de la fe cristiana, tenga lugar el diálogo interdisciplinar que debe establecerse entre el Evangelio y la cultura humana, en cuya asimilación crítica madura el alumno. La enseñanza religiosa pretende integrar esta dimensión en la formación de la personalidad, incorporar el saber de la fe en el conjunto de los demás saberes y la actitud cristiana en el interior de la actitud general que el alumno va adoptando ante la vida. Y esto es tanto más necesario cuando en el ámbito escolar el alumno recibe en otras disciplinas concepciones de Dios, del hombre, del mundo y de la historia que son distintas, cuando no contrarias, a las que le ofrece la propia fe. No podemos hurtar a nuestros niños y jóvenes la posibilidad de un diálogo crítico con estas concepciones desde la propia fe, que les ayude a darse a sí mismos y dar a otros razón de su fe.
La clase de religión nos sustituye a la catequesis, sino que es su complemento necesario. La clase de religión tiene toda su legitimidad en la escuela, además de garantizar el derecho de los padres a la educación de sus hijos según sus convicciones religiosas.