Casimiro López. Obispo de la Diócesis Segorbe-Castellón.
El Domingo de la Ascensión celebramos la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. En este Año de la fe, el Papa Benedicto XVI nos ha dejado un precioso mensaje con el lema: “Redes Sociales: portales de verdad y de fe; nuevos espacios para la evangelización".
No cabe duda de que las redes sociales son un medio de comunicación cada día más extendido. Poco a poco se están convirtiendo en una plaza pública y abierta en la que las personas comparten ideas, informaciones y opiniones y donde nacen nuevas relaciones y formas de comunidad. Cuando se utilizan bien, estos espacios favorecen el diálogo y el debate, el intercambio de informaciones y de experiencias. Si se usan con respeto y salvaguarda de la intimidad, con responsabilidad e interés por la verdad, pueden ayudar en la búsqueda de la verdad y reforzar los lazos de unidad entre las personas y los pueblos. Pero para ello, las personas que participan en ellas deben esforzarse por ser auténticas, porque, en última instancia, son ellas mismas el objeto de la comunicación.
Las redes sociales son también un medio para el anuncio del Evangelio y de los valores de la dignidad humana que surgen del mismo. Los creyentes hemos de caer en la cuenta de que si la Buena Noticia no se da a conocer también en el ambiente digital podría quedar fuera del ámbito de la experiencia de muchas personas para las que este espacio es importante. El ambiente digital forma parte de la realidad cotidiana de muchos, especialmente de los más jóvenes; también en él debe hacerse presente el anuncio del Evangelio. Las redes sociales forman parte de ese nuevo lenguaje que pide la nueva evangelización. No se trata simplemente de estar al día; se trata de que anuncio de la infinita riqueza del Evangelio encuentre formas de expresión que puedan alcanzar las mentes y los corazones de todos, usando no sólo la palabra sino también la imagen y el sonido. Se trata en último término de llegar a quienes queremos invitar a un encuentro con el misterio del amor de Dios.
Como en otros ámbitos de la vida, tampoco en el uso de las redes sociales podemos los creyentes dejar a un lado nuestra fe en el Dios rico de misericordia y de amor, revelado en Jesucristo, fuente profunda de nuestra esperanza y alegría. Al contrario: debemos compartir nuestra fe con otros no sólo mediante el anuncio explícito de la fe sino sobre todo mediante el testimonio; esto ocurre cuando comunicamos preferencias, opciones y juicios de valor concordes con el Evangelio o cuando estamos dispuestos para responder pacientemente y con respeto a las preguntas y dudas en el camino de búsqueda de la verdad y del sentido de la existencia humana. La presencia de hecho en las redes sociales del diálogo sobre la fe y el creer confirma la relevancia de la religión en el debate público y social.
Para quien ha acogido con corazón abierto el don de la fe, la respuesta radical a las preguntas del hombre sobre el amor, la verdad y el significado de la vida -muy presentes en las redes sociales- se encuentra en la persona de Jesucristo. Es natural que quien tiene fe desee compartirla, con respeto y sensibilidad, con las personas que encuentra en el ambiente digital. No olvidemos, sin embargo, que los buenos frutos dependen mucho más de la fuerza de la Palabra de Dios de tocar los corazones, que de nuestros esfuerzos por compartir con otros la riqueza de la fe y del Evangelio. Nuestra tarea es sembrar la buena semilla de la Palabra.