Casimiro López. Obispo de Segorbe-Castellón.
El pasado día 8 de diciembre, Fiesta de la Inmaculada, concluía el Año de San José, convocado por el Papa Francisco para conmemorar el 150 aniversario de su declaración como Patrono de la Iglesia Universal. Él sigue siendo nuestro Patrono. Y hoy más que nunca, en un tiempo de crisis global, nos sirve de apoyo y guía, personalmente y como Iglesia diocesana. En el actual proceso sinodal de oración y reflexión de nuestra Diócesis para discernir los caminos que el Señor nos indica para evangelizar hoy y preparar el Año Jubilar diocesano, San José nos ayuda ante todo por su fe y por su discernimiento.
El nombre ‘José’ significa en hebreo ‘que Dios acreciente’. Expresa un deseo y una bendición fundada en la confianza en Dios. Su nombre nos revela un aspecto esencial de su personalidad. José de Nazaret es un hombre lleno de fe en la providencia de Dios. Cada uno de sus actos está dictado por la certeza de que Dios ‘hace crecer’ siempre. José nos enseña que tener fe en Dios incluye además creer que Él puede actuar incluso a través de nuestros miedos, de nuestras fragilidades y de nuestra debilidad. En medio de las tormentas de la vida, no debemos tener miedo de ceder a Dios el timón de nuestra barca. Como José hemos de volver nuestra mirada a Dios para abrirnos a su presencia amorosa y providente en nuestra vida y en nuestra Iglesia diocesana, ayer, hoy y siempre. Dios nos precede y acompaña siempre.
José nos enseña también a mirar y entender los hechos desde la Palabra de Dios, para discernir su plan en nuestra vida. Es lo que ocurrió a José ante la sorpresa del embarazo de María, con quien estaba desposada y, antes de vivir juntos, ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José como era justo y no quería difamarla, resolvió repudiarla en privado. Entonces se le apareció en sueños un Ángel de Dios y le dijo: “José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo”. “Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel de Señor y acogió a su mujer (cf. Mt 1,18-24). Dios le desvela, a través de un sueño, el significado de lo ocurrido. También nosotros hemos de mirar la realidad con los ojos de Dios; captaremos su presencia en nuestra historia y los caminos que nos indica seguir caminando con esperanza y para evangelizar hoy.
San José es el custodio de Jesús y de María. Ante la amenaza de Herodes, “José se levantó, tomó al niño y a su madre, se fue a Egipto…” (Mt 2, 14). Los Padres de la Iglesia han subrayado siempre que San José también custodia y protege a la Iglesia. A él le confiamos el cuidado de nuestra Iglesia diocesana y cada uno de nosotros.