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viernes, 22 de noviembre de 2024 | Última actualización: 22:28

El tsunami de la pobreza

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Pablo Royo. Humanista.

El muro ha sido linde que ha dividido etnias, ideas, culturas y pueblos a lo largo de la historia. Tras la caída del Muro de Berlín en 1989 no hemos aprendido la lección. Los muros han vuelto a erigirse. Al menos 6000 millas se han levantado según el informe de The Guardian: entre las Coreas por cuestiones ideológicas y militares; India acordona Bangladesh para evitar el terrorismo; el barrio rico de Alphaville se aísla del resto de Sao Paulo; lsrael se protege de los ataques palestinos; en Belfast 99 muros separan a los protestantes de los católicos,… etc. Así, ideologías políticas, conflictos bélicos, tendencias religiosas, terrorismo o desigualdades económicas han motivado de nuevo el levantamiento de muros de contención.

Sin embargo, no hay barrera física que frene la avalancha de miseria que avanza incesante del Sur al Norte del planeta. Las 345 millas de vallas fronterizas que dividen EEUU de Méjico no reducen las oleadas de inmigrantes hacia Norteamérica; el gobierno griego pretende alargar el muro de 7 millas para detener la inmigración turca; como las vallas de Ceuta y Melilla son un indicador de la creciente brecha del hambre en el mundo africano.

En palabras del escritor Lorenzo Silva las vallas fronterizas de Ceuta y Melilla “son un símbolo del fracaso de Europa, y de la raza humana por separar dos mundos”.  

El tsunami de la pobreza es imparable, ya pueden levantar una verja de 500 metros de altura, ser antitrepa o llevar cuchillas, aumentar la vigilancia con 1000 policías fronterizos y dispositivos anti-intruso, lanzar bolas de goma, hacer cientos de devoluciones en caliente cada día... pues no hay modo de frenar el hambre y de vejar a la esperanza de miles de personas que prefieren morir en el intento antes de pudrirse en el olvido. Pregunto: ¿Tú no lo harías?

El actual contexto de inestabilidad política, conflictos bélicos y miseria en diversos países africanos han provocado la movilización de miles de personas procedentes de Mauritania, Senegal, Nigeria, Marruecos, Argelia y Siria entre otros, en busca de lo que llaman el Paraíso.

Es deplorable cómo la mirada de Europa observa con indiferencia el salto de miles de africanos desesperados, y más de 80.000 hacinados en las proximidades marroquíes de Ceuta y Melilla, según informes policiales. Y es que Europa tiene memoria de pez, padece un Alzheimer histórico gravísimo, una hipocresía degenerativa que oculta el porqué de la cuestión migratoria.

La verdad del hambre africano se remonta a la colonización europea en la segunda mitad del siglo XIX e inicios del XX. El hombre europeo, empujado por el insaciable imperialismo puso pie y fusil en África para saquearla en el mayor expolio de la historia reciente. Así pues, Europa embriagada de ese estúpido etnocentrismo alienador ejecutó el reparto de África para reinventar el capitalismo industrial, dejándola tremendamente inválida y desfigurada tras la descolonización. Semejante traumatismo sociocultural y político fragmentó su identidad, condenándola sobre todo a la máxima pobreza, y a convertirse en el burdel de Europa, todavía prostituida por el neocolonialismo que somete mediante estrategias políticas y económicas a los países subdesarrollados, dependientes económicamente de los listos de los europeos.

Tal abandono desencadenó luchas intestinas que sangran cada día, convulsiones culturales y rebeliones que acaban en dictaduras y represiones sanguinarias. Pero, a quién le importa.

Desde entonces, gran parte del pueblo africano se halla olvidado, desabastecido y moribundo. Tremenda putada la que gastaron los buenos de los europeos a los negritos del África tropical y ecuatorial. Y todavía hay quien se pregunta por qué hay pobreza en el mundo, o quien dice que “el mundo es así. Siempre habrá ricos y pobres”. ¡Vaya torpeza intelectual! Porque la erradicación de la pobreza está en nuestras manos, como estuvo en ellas abrir la brecha.

La única realidad es que tú y yo podríamos haber nacido en los bosques de El Congo, en el Cuerno de África en Somalia, en cualquier recóndito del Sahara, o en la meseta de Tanzania. Es así de duro y espantoso saber que tu suerte o desgracia dependa de la lotería de la vida.

En suma, no hay barrera que contenga la inmigración de la pobreza, por lo que no se trata de levantar vallas, sino de derribarlas y construir una alianza mundial contra el hambre. Tal vez así, pueda el hombre occidental devolverle una parte de su dignidad e integridad al pueblo africano, para dejar de ver con nuestros propios ojos las fronteras de la más repugnante injusticia.