Pablo Royo. Humanista.
Bastaría peinar el planeta con una mirada histórica para cerciorarnos que el hombre ha erigido poblados y ciudades, dominado campos y domesticado animales, salvado ríos, atravesado mares y surcado el aire, gestado la belleza, traído a Dios,… Sin embargo, hoy padece una amnesia contemporánea severa, pues no recuerda de dónde viene ni sabe a dónde va en un presente frenético e incierto salpicado de preguntas desoídas.
El mundo enferma, y el Homo Sapiens Sapiens es el virus que lo está infectando. Las recientes previsiones científicas del IPCC –Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático-, advierte sobre los graves efectos del Calentamiento Global si no se toman las medidas necesarias para adaptarse al ya incuestionable Cambio Climático.
Según el biólogo Cristopher Field, catedrático de la Universidad de Stanford y copresidente del IPCC, “hay que actuar ahora para que el impacto medioambiental sea el menor posible”.
En este informe de la ONU, los expertos predicen más sequias e incendios en el sur y más inundaciones en el centro y el norte, vaticinan una subida del mar que provocará la erosión de las costas, sobre todo en el litoral atlántico noroccidental europeo, por lo que países como Francia, Bélgica, Holanda, Dinamarca, Alemania, Italia y España tendrán necesariamente que fortalecer sus defensas costeras. A esto se unen otros daños colaterales como la mayor restricción de agua por la sobreexplotación de ríos y acuíferos subterráneos y la creciente evaporación natural. Es más, el aumento de las olas de calor, dañarán la agricultura, la vegetación, la producción y el uso de energía, y afectarán al transporte, el turismo y la productividad. Otras consecuencias serán el éxodo poblacional de la costa hacia el interior, el descenso de las cosechas, la extinción de especies y la degradación de los ecosistemas agravados por el calentamiento del océano y su acidificación, así como la deficiencia extrema de oxígeno que ahogará el planeta. Además, se generará una lucha por el territorio y por los recursos hídricos que desencadenarán conflictos violentos o guerras civiles, así como más pobreza sobre todo en las regiones subtropicales o semidesérticas.
El estudio del IPCC expone que no es casualidad que 13 de los 14 años más cálidos se hayan producido en lo que va de siglo, y que se acentúen las olas de calor, sequías, ciclones, tornados e inundaciones. Pues en el año 2013 el promedio de temperatura global registrada fue de 14,5 ºC, incrementándose así medio grado desde los sesenta: el tifón Haiyan devastó el centro de Filipinas; en Oklahoma se registró el mayor tornado jamás observado; las áreas geográficas de Israel, Siria y Jordania sufrieron grandes nevadas; Australia vivió el año más caluroso de su historia y Argentina el segundo… pero de esto parecen ser sólo conscientes los científicos, y unos pocos ciudadanos formados, el resto se divide en desinformados y escépticos.
En los últimos siglos el hombre se ha enajenado en ese materialismo que no entiende más que de números, que pone un precio a todo, pero todo carece de valor. Fue esa lógica económica maquinada en la era de la Revolución Industrial la que coronó al capital y ultrajó lo humano, trayendo consigo las paradójicas ideas de prosperidad y progreso material, que terminaron incendiando Occidente ante la metástasis de la mayor desvaloración de la dignidad humana. Y con esta depresión llegó la degradación del todo, pegándole una patada terrible a la naturaleza tras perder su identidad.
Curiosamente, los países industrializados y avanzados del primer mundo son los más contaminantes, usurpadores, indignos y desalmados de la faz de la Tierra.
Ha habido numerosas cumbres internacionales de medioambiente que establecieron las bases del desarrollo sostenible y la prevención de riesgos medioambientales con el fin de rehabilitar el agujero de la capa de ozono para moderar el calentamiento global de la Tierra. Por último, el hombre tiene que recuperar su humanidad y en ese proceso reencontrarse con el mundo, pues los científicos han pasado ya de hablar de sostenibilidad a adaptación climática, porque si continúa dejando que las palabras se las lleve el viento, quizás sea el viento el que algún día no tan lejano le deje sin palabras.