Rafa Cerdá. Abogado.
El pasado día 4 se conmemoró la Jornada Mundial contra el Cáncer, la clase de eventos destinados a difundir los avances en los campos de la investigación y tratamiento de la tristemente definida como nueva plaga del siglo XXI.
Es indudable que durante los últimos años, la guerra contra esta terrible enfermedad ha experimentado un considerable empuje en solventar las carencias detectadas a la hora de aplicar los tratamientos a los pacientes, y sobre todo en paliar los terribles efectos de las sesiones de quimioterapia y radioterapia.
Pero el cáncer es una enfermedad acuosa, cuanto más se encauza el conocimiento de sus orígenes y las mejores formas de prevención, la maldita enfermedad se escurre como agua en un colador, adoptando nuevas formas, presentado peores efectos, atacando a un mayor número de personas,… La guerra se va ganando, pero a costa de ampliar los frentes de batalla.
En la actualidad nadie consigue librarse de las garras de la enfermedad, a buen seguro una persona de nuestro entorno (un familiar, un amigo) ha pronunciado las palabras: “tengo cáncer”, y desde ese mismo momento comienza una dura carrera de emociones, tratamientos, esperas y resultados.
El factor clínico trasciende como ninguna otra patología a un nivel de empatía entre las personas, mediante una red de complicidades que acaban constituyendo el auténtico motor del proceso de curación del enfermo.
La literatura médica y científica surgida del estudio del cáncer acaparará miles de páginas, pero ninguna expresión escrita podrá recoger el caudal de afecto, generosidad, entrega, sacrificio y valentía que millones de personas afectadas por el cáncer, generan todos y cada uno de los días en los que luchan contra su enfermedad. Ellos y todos quienes les rodean. El valor que supone decir: ‘¡Vamos!’, encarando la lucha más difícil de todas: ganar tu vida.
El cáncer quiebra cualquier lógica, gente joven y con un estilo de vida sano de repente se ve sacudida la enfermedad; la tipología habitual de tumores crece exponencialmente hacia unos niveles que no queda más que preguntarse ¿qué demonios está pasando?
La sociedad del confort se desliza a un modo de vida que trunca demasiadas vidas. Lo confieso, hay algo que se me escapa. Terrible paradoja la de esta enfermedad, el momento en el que la vida corre un grave riesgo es cuando uno comienza a vivir, dando valor a aquello que realmente da sentido a todo: los afectos y nuestras propias acciones. El resto, puro artificio.
Hace pocos días escuché de una persona maravillosa tres palabras: fe, determinación y coraje. Tres palabras que encierran en sí mismas la clave de la curación del cáncer, de cualquier tipo, y que dichas por un valiente constituyen el mejor de los ejemplos a la hora de afrontar la enfermedad, y toda una declaración de intenciones frente a la vida. Con el valor de personas como él, estoy seguro que dentro de pocos años, no hará falta conmemorar la Jornada Mundial contra el Cáncer, volviendo esta fecha a ser únicamente un día más del mes de febrero.