Rafa Cerdá Torres. Abogado.
Este fin de semana, el Club de los Cuarenta ha recibido entre sus afortunados miembros a un gran amigo, Manolo Breva. Esta magnífica edad viene considerándose como el umbral de madurez de una persona, y a la vista de los resultados, Manolo puede celebrar su cumpleaños número cuarenta rodeado de todo aquello que construye la felicidad propia: está casado con una estupenda mujer, Rocio; juntos han dado la bienvenida a tres hijos, y tiene próximo el afecto del resto de su familia. Cuando la vida viene de cara, se debe celebrar.
Casi al mismo tiempo que enviaba mi felicitación a mi afortunado amigo por su cumpleaños, recibía una noticia como una verdadera bofetada. Tengo la suerte de conocer a un gran sacerdote, un hombre de mi generación quien aparcó una prometedora carrera personal y profesional, para dedicar su vida a los demás. Hace escasos días me explicaba lleno de orgullo, la decisión de su sobrino Marcos de aventurarse en el difícil camino del sacerdocio. Un joven valiente, lleno de vida a sus veinte y pocos años y con un corazón inmenso, ingresaba en el seminario de una diócesis catalana, presto para iniciar su formación al servicio de la Iglesia y de su prójimo.
Pero recién estrenada su condición de seminarista, Marcos fallecía a consecuencia de un accidente de moto, en la madrugada de este pasado sábado. En el momento de conocer la tristísima noticia, te quedas sin palabras. Y sin palabras sigo. La vida mostrando su doble cara; alegría frente a una inmensa tristeza. En un segundo todo da un vuelco. En tales circunstancias, poco o nada resta decir, más que intentar confortar a una familia quebrada por el dolor.
Como creyente, estoy seguro que la misma Fe que empujó a Marcos a encauzar su vida por un rumbo tan distinto al habitual, consagrándose como sacerdote, será la que procure consuelo, afecto y valentía a su familia y amigos. La fe cristiana se fundamenta en un Cristo resucitado, y no en un Jesús muerto en la Cruz.
La vida se compone de duros contrastes, felices acontecimientos al estilo de un aniversario, una boda, el anuncio de un embarazo, los encuentros,...poseen su réplica en la tristeza de las despedidas, la enfermedad, las separaciones y sobre todo en el momento en que la muerte hace acto de presencia. Sin embargo, nuestra cultura tiene su fundamento en la vida, y en todo aquello que la promueve. Muchas expresiones culturales han recreado de forma magnífica el modo en que el hombre y la mujer afrontan la adversidad, ofreciendo lo mejor de sí mismos de una manera que transciende. En el mundo millones de personas encaran cada jornada con una valentía y una esperanza en circunstancias que nuestra comodidad occidental ni llega a concebir: hambre, persecución política y religiosa, discriminación de género, desastres naturales, etcétera.
Con todo, y a pesar de los vuelcos que cambian en un instante las vidas de familias enteras, siempre valdrá la pena continuar. Por muy duros que sean los golpes, sólo cabe una acción: seguir adelante.