Rafa Cerdá Torres. Abogado.
Una muy buena noticia: Teresa Romero, única afectada hasta el momento por el temible virus del Ébola, ha dado negativo en el análisis al que ha sido sometida este domingo día 19. El temor a un fatal desenlace se ha ido transformando paulatinamente en una sólida esperanza, esperando que la recuperación total sea el fin lógico para la valiente auxiliar de clínica, y que en la medida de lo posible, pueda recuperar la normalidad en su vida en un futuro inmediato.
Ahora bien, la irrupción del virus Ébola en territorio patrio, no sólo ha supuesto la mayor alarma sanitaria desde el Aceite de Colza (derivados industriales que se destinaron al consumo humano bajo la apariencia de aceite con letales consecuencias para multitud de personas) allá por los lejanos años 80 del siglo pasado, también ha demostrado las profundas contradicciones que conforman nuestra sociedad. De repente, todos y todas nos habíamos vuelto especialistas en Medicina, apareciendo como setas opiniones sobre qué consecuencias (positivas y negativas, a favor y en contra) acarreaba que el misionero Manuel García Viejo fuera trasladado desde el continente africano, para poder ser tratado en nuestro país de la enfermedad del Ébola, contraída por su generosa atención a los afectados por la pandemia dada su condición de misionero en el continente africano. La controversia es el resultado lógico de una situación tan complicada como la que se genera en una crisis sanitaria, sin embargo demasiadas personas en multitud de foros han soltado verdaderas sandeces sin una mínima consistencia ni veracidad. Antes que los propios expertos opinaran, a través de las redes sociales y demás canales de comunicación, aparecieron un torrente de falsas noticias, rumores elevados a la categoría de hechos y demás mentiras, que se esparcieron con demasiada facilidad gracias a la cobertura que da el miedo.
Y así, con todo el país convertido en una caja de resonancia de cualquier disparatada idea, y con una Ministra de Sanidad dando pasos de tortuga en la gestión de la crisis, el foco de la indignación nacional se dirigió de repente hacia el pobre perro que la familia de Teresa Romero tenía, Excálibur. El pobre animal fue sacrificado con demasiada premura ante el temor de un posible contagio, pero la reacción de muchas personas indignadas ante la desaparición del perro, por muy solidaria con el bienestar del animal que pudiera sonar, considero que sólo se puede la puede catalogar como puro histerismo. Un twitter de un misionero español en África resume perfectamente la profunda contradicción de esa "apasionada defensa": "Ya me quisiera yo para los niños que mueren en mis brazos el mismo impacto mediático que Excálibur"...un perro ha podido más que la miseria, la nula cobertura sanitaria y el riesgo de contagio del virus del Ébola que sufren millones de personas que malviven en países situados a pocas horas de cualquier aeropuerto español. África se muere y no concita la misma atención social ni idéntica cobertura mediática, que el inútil sacrificio de un perro.
Si a este bendito país, se le sometiera a un test de coherencia social sobre las situaciones vividas durante las últimas semanas a consecuencia del virus del Ébola, el resultado sería claro: negativo. Y es que no son pocas las ocasiones, en que a los españoles no nos comprende ni la madre que nos parió.