Rafa Cerdá Torres. Abogado.
Cuando las hojas del calendario anuncian que apenas falta un mes y medio escaso para acabar el 2015, reconozco que cierta desazón comienza a tomar cuerpo. La causa no es otra que la secuencia de citas electorales que van a tener lugar el próximo año 2015; para el mes de mayo los ciudadanos seremos convocados a renovar los Ayuntamientos de todo el país junto a una buena parte de los Parlamentos Autonómicos (a excepción de Galicia, Cataluña y Andalucía cuyas Asambleas Legislativas cuentan con su propio calendario), y como remate final, en otoño la estrella de todas las citas electorales: Elecciones a Cortes Generales.
Toda una juerga para los distintos partidos y plataformas políticas, y un sufrimiento constante para el pobre ciudadano. Seguro que debajo de las piedras surgirán candidatos de toda especie y condición, preocupadísimos e interesadísimos por los problemas que acucian al sufrido contribuyente (no se lleve a engaño, para el Estado somos meros objetos de explotación recaudatoria).
Paliza nos espera...
A medida que los eventos electorales se acercan, resurge como el río Guadiana, un estilo de discurso, repetido en ciertos foros y sólo puedo concebirlo como un mecanismo para llamar la atención. Fíjense: en un contexto político de sospecha generalizada frente a los dirigentes públicos, considerados por una buena parte de la sociedad como un grupo de corruptos aprovechados bien prestos para el pillaje y el provecho propio, al tiempo que los signos de la tan manida recuperación económica no se vislumbran ni con la imaginación por los españolitos de a pie...la primera solución que ofrecen un grupo de iluminados supone "quitar los privilegios a la Iglesia mediante la anulación de los Acuerdos de 1979". Olé.
La solución al desempleo y al clima de corrupción no es otro que tirar de las barbas al señor Obispo y vociferar frente a las Iglesias, digo yo, dado que aparte de esgrimir los cuatro tópicos anticlericales de siempre, nadie de los seguidores de este discurso concreta absolutamente nada de qué privilegios se refiere. Yo no conozco ninguno, ahora bien, sí que garantizo que decenas de miles de personas son privilegiadas en recibir la atención, asistencia y acogida de instituciones presididas por una Iglesia, que algunos también saben despreciar pero no imitar, como Cáritas, Comedores Sociales, Centros de Acogida, Hospitales y un larguísimo etcétera.
Cuando se acerca año electoral, ciertos discursos de algunos políticos contra la Iglesia vuelven a casa por Navidad, al estilo del turrón del famoso anuncio. Opiniones habrán para todos los gustos, pero con la que está cayendo a nivel político y social, recuperar tópicos que la Historia ya ha desechado, me parece como poco, signo de mediocridad intelectual. Lo dicho: paliza nos espera...