Rafa Cerdá Torres. Abogado.
El pasado lunes 2 de junio quedará señalada, señalada en rojo, como una de las fechas más importantes de nuestra reciente Historia como país. Si un 22 de noviembre de 1975 (proclamación como rey de Juan Carlos I), 15 de junio de 1977 (la celebración de las primeras elecciones democráticas) o un 6 de diciembre de 1978 (aprobación por la vía del referéndum de la actual Constitución) conforman un itinerario hacia la construcción de una sociedad libre y democrática tras la dictadura franquista, el 2 de junio de 2014 en cierta manera se cierra la etapa histórica que se inició en los años de la Transición. La abdicación del rey Juan Carlos I jalona un período que con creces, ha cumplido los objetivos que se marcó el monarca en 1975: devolver la soberanía al conjunto del pueblo español sin distinción de credo político, mediante el advenimiento de un sistema constitucional que, con algunas disfunciones, garantizara la convivencia pacífica de sectores enfrentados en la fratricida Guerra Civil de 1936.
Hace unos meses declaré mi posición favorable a la renuncia del Rey Juan Carlos, habida cuenta de los errores cometidos por él mismo tanto en su vida privada como la falta de controles hacia la actividades del duque de Palma de Mallorca (presuntamente ilícitas) junto a una política de transparencia en todo lo concerniente al presupuesto público sufragado a la Casa Real. Las encuestas de opinión arrojaban índices de desaprobación realmente alarmantes, sin vistas de recuperación en un plazo de tiempo cercano. Apoyo la decisión del monarca, y expreso mi creencia que el Príncipe de Asturias sabrá conectar de nuevo a la Corona como institución moderadora y de alto simbólico, con una amplia mayoría de los ciudadanos. El Príncipe es perfectamente conocedor que su reinado supone la última oportunidad para la supervivencia de la Monarquía, si no consiguiera retomar el apoyo popular en un plazo razonable, la III República llamará a la puerta.
Durante los próximos días, estaremos bien entretenidos con toda una cascada de análisis, opiniones y valoraciones de todo tipo y condición respecto a la renuncia de Juan Carlos I: las causas que desembocaron en la abdicación, el legado que deja tras 38 largos años de reinado, la influencia que desplegó el Monarca en el exterior, su papel institucional en el nuevo reinado, la posición de la reina Sofía, la influencia de la princesa Letizia, la pérdida de su condición de integrantes de la Familia Real de las infantas Elena y Cristina,...pero muy pocas miradas han centrado su atención en una niña de 8 años, bonita como una muñeca y que debe estar observando que algo importante ha pasado en su familia.
La infanta Leonor de Borbón adquiere desde este 19 de junio, un papel vital en la nueva etapa de la Monarquía: se convertirá de forma automática en Princesa de Asturias, heredera de la Corona. No puedo concebir una imagen que simbolice mejor el nuevo reinado en ciernes que esta bonita niña, cargada de futuro y llena de esperanza, pero de también con cierto miedo, a quien su padre le debió comunicar este pasado lunes, que muchas cosas no iban a ser como antes, que su vida iba a ser bien distinta y que debería portarse más que bien y además, ser muy valiente. Desconozco la reacción de la Infantita ante su padre, pero vislumbro que el final de la conversación debió acabar con un fuerte abrazo entre los dos.
Mucha suerte Alteza.