Rafa Cerdá Torres. Abogado.
De nuevo la actualidad se ve asaltada con una nueva catástrofe natural; el terrible terremoto que ha asolado el lejano Nepal, nos trae las habituales escenas de destrucción de edificios y localidades, gente asustada y huyendo, caos organizativo y unas autoridades sobrepasadas por la dimensión de la tragedia. Previa a la aparición del infierno en las altas cumbres de la cordillera del Himalaya, pensaba tratar el modo en qué los distintos candidatos intentan seducir a sus potenciales electorales mediante un discurso lleno de expresivos términos, cuidadas palabras y eslóganes propios de la venta de un suavizante para lavadora más que relativos a una contienda electoral.
Y de repente, en la otra punta del planeta, la tierra ruge engullendo a miles de personas, destrozando carreteras, escuelas, casas y hospitales. Un pequeño país del lejano oriente, conformado en su inmensa mayoría por la cordillera con los picos más altos del mundo, requiera la ayuda y la atención de la comunidad internacional a causa del zarpazo causado dentro de sus fronteras por la garra sísmica. Mientras ciudadanos como nosotros observan impotentes la forma en que sus vidas se vienen literalmente abajo en cuestión de pocos segundos, aquí nuestros políticos se enfrascan en estériles polémicas de nulo recorrido y en prometer todo lo prometible.
Llámenme raro, pero en este “mundo desarrollado” demasiadas cuestiones a las que otorgamos una gran importancia, apenas resisten el temblor de la tierra. Un voraz consumismo y la comodidad en la que nos hemos instalado, han dejado atrás realidades tales como la convivencia entre las comunidades, la preocupación por la gente cercana y la solidaridad hacia los más cercanos. Sólo así se explica que países en vías de desarrollo, y que se han visto afectados por desgracias naturales al estilo de un Tsunami o un huracán, la ayuda que se dispensaron los propios afectados entre ellos rebasó con mucho la que podía haberse dado en sociedades occidentales. Con todas las salvedades y diferencias que se quieran establecer, las sociedades que teóricamente se encuentran en estados de evolución socio-económico considerados “inferiores”, poseen lazos y vínculos mucho más arraigados que los vigentes en países como España.
Nepal se encuentra muy alejado de nuestras fronteras, pero la desgracia que asola a su población no puede sernos ajena. Aquellos que han perdido todo excepto la vida, son el espejo perfecto para darnos cuenta que lo realmente importante no se construye sólo mediante la adquisición de bienes o la posesión de dinero. Aspirar a una vida cómoda no malo en absoluto, pero no todo se debe supeditar a un mero confort material. Con sus gigantescas montañas que casi tocan el cielo, Nepal es el techo del mundo, su dilatada y trágica historia no ha impedido que sus gentes ofrezcan de nuevo lo mejor de sí mismas frente a la adversidad. No nos vendría nada mal imitar su ejemplo, solidaridad entre ciudadanos y preocuparse de lo esencial por parte de los políticos. Ojalá.