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domingo, 16 de febrero de 2025 | Última actualización: 13:49

Barrer el cielo

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Rafa Cerdá Torres. Abogado.

El domingo 27 de abril del 2014, a efectos puramente informativos, pasará a ocupar un lugar bien destacado en los anales que reúnan los principales acontecimientos ocurridos durante los doce meses que componen el 2014. En la Plaza de San Pedro, pleno corazón del Vaticano, el actual Pontífice Francisco ha elevado a los altares a dos de sus predecesores, Juan Pablo II y Juan XXIII, ambos Papas con una amplísima trayectoria histórica en el pasado siglo XX. Y para aumentar el "rango pontificio" del acto, situado entre los Cardenales y con un profundo conocimiento de la vida de Juan Pablo II, el Papa Emérito Benedicto XVI, acompañaba a su sucesor durante el transcurso de toda la ceremonia de canonización. No existe un precedente en la dilatada Historia de la Iglesia Católica respecto a la elevación simultánea de dos Papas tan cercanos en el tiempo uno del otro, y delante de un Pontífice que renunció al Papado, hecho inédito durante siglos hasta el pasado mes de febrero del 2013 cuando Ratzinger se apeó de su condición de Sumo Pontífice por razones que algún día la Historia conocerá.

Hasta este domingo hemos sido bombardeados con detalles biográficos de las dos personalidades de Juan XXIII y de Juan Pablo II por parte de todos los medios de comunicación que se han hecho eco de la solemne canonización. La importancia decisiva del Concilio Vaticano II en la configuración de la Iglesia en el nuevo milenio y su apertura al mundo, proceso impulsado por la figura bondadosa y cercana de Juan XXIII, así como la influencia del "Papa venido del frío", tal como se conoció a Juan Pablo II, en el derrumbe del sistema comunista en Europa del Este y la caída del Muro de Berlín con la toda la significación histórico que ello comportó. El Papa polaco dio la vuelta al mundo en varias ocasiones, configurándose como un pastor universal.

Con todo, ambos pontificados también han tenido sus ángulos oscuros, Juan XXIII no supo dejar bien claro al inicio del Concilio que la misión de la Iglesia debía ser adaptarse al nuevo signo de los tiempos, pero no trastocar el Evangelio de Jesús como excusa para radicalismo político, de ambos signos. Al igual que Juan Pablo II que atendió el explosivo y sangrante tema de los casos de sacerdotes pedófilos con excesiva laxitud cuando no absoluta tardanza. Tuvo que ser Benedicto XVI quien afrontó el terrible problema con una valentía y transparencia que brillaron por su ausencia en los últimos años del largo pontificado de Juan Pablo II. No obstante, la trayectoria de estos dos hombres es sencillamente colosal a nivel histórico, situándose en un plano de santidad mundialmente reconocido.

Para conocer la verdadera magnitud de los nuevos santos, estoy deseando conocer la siempre magistral opinión del Embajador Jorge Fuentes, quien a buen seguro obsequiará con una espléndida semblanza la influencia decisiva de estos dos Pontífices en la configuración de los tiempos actuales.

A nivel humano, tuve la oportunidad de escuchar una entrañable anécdota contada por la eterna corresponsal ante el Vaticano, Paloma Gómez Borrego, y que retrata a Juan Pablo II, figura a quien conoció tan bien: durante el transcurso de una audiencia, un Papa a punto de fallecer, se despidió de la periodista que le acompañó en los casi 104 viajes llevados a cabo por todo el mundo. Gómez Borrego le recordó un párrafo de un discurso que el anciano Juan Pablo II pronunció años atrás, en el que manifestaba su pretensión de barrer los caminos del mundo para dejar sitio a La Paz y a la concordia. Emocionada, la periodista sabiendo que no volvería a verle con vida, le indicó: "Ahora Santidad, le toca barrer en el cielo"....