Rafa Cerdá. Abogado.
Cómo me gusta este país. Nunca deja de sorprenderme nuestra innata capacidad de contradecir nuestros propios actos y las pretendidas opiniones que se vierten respecto a un tema. Vayamos al punto de partida: Domingo de Resurrección, en Palma de Mallorca la Familia Real al completo asiste al oficio religioso celebrado en la Catedral, como viene siendo costumbre los monarcas y sus hijas, acompañados por los Reyes Eméritos, posaron ante los numerosos reporteros gráficos allí congregados. La Princesa de Asturias y su hermana la Infanta Sofía, monísimas. La Reina Sofía elegante, la Reina Letizia impecable y los Reyes Padre e Hijo perfectamente conjuntados con traje y chaqueta. Imagen impoluta de unidad familiar. Todos para dentro, no sea que se llegue tarde a la Misa, y ya se sabe la puntualidad es virtud propia de Reyes.
Acaba la celebración. Todos se dirigen fuera del templo. La Reina Sofía rodea a sus nietas por los hombros a fin de retratarse junto a ellas, la madre de las criaturas y actual soberana consorte se aproxima al tierno trío…
Y se lía parda.
De la susodicha escena se materializa un video que ha provocado más versiones que la legendaria canción ‘Yesterday’ de los Beatles. Unas voces claman que la Reina Letizia en un nuevo acto de maldad y antipatía, impide de forma totalmente inaceptable a su Real Suegra tomarse una foto con las niñas. Otros mediáticos coros propugnan el desastre institucional que nos viene encima como la consorte de Felipe VI siga ejerciendo sus funciones, habida cuenta de la temeraria acción efectuada ante la consorte emérita, manifestando una vez más (se ha perdido ya la cuenta) su errático, dominante y antipático carácter. ¿Qué daño causaba una afectuosa abuela deseando ‘echar’ una foto con sus nietas adorables? ¿Qué pérfida palabra usaría la periodista reconvertida en soberana frente a su egregia predecesora para que Leonor se quitase de encima la mano de su abuela de manera tan abrupta? Y así hasta el infinito en forma de mensajes y ‘memes’ (bravo por el ingenio español) surgidos (y difundidos) a la velocidad del rayo, debates para todos los gustos en las redes sociales, opinión publicada y televisada durante toda la Semana Santa,…
Resumiendo: para casi todos la Reina Sofía estupenda y Letizia (el rango de reina se obvia en muchos casos, con evidente mal toque) más que mala, malísima. Unos pocos se han erigido en defensores de la esposa del Rey (y como tal, también Reina que no se olvide, aunque no guste) considerando a Letizia Ortiz como la garante de la necesaria institución de la monarquía, si ésta desea sobrevivir a tan convulsos tiempos. Mi humilde opinión; como en tantas ocasiones, nos hemos pasado de frenada.
No negaré que la popularidad de la reina Letizia no es en absoluto comparable con el afecto y consideración que la figura de la Reina Sofía genera en amplios sectores de nuestra sociedad. Y en aquellos escasos sectores donde no hay aprecio, se respira una indiferencia teñida de respeto, lo que no es poco. Su papel institucional como integrante de la Corona roza lo impecable, representando a España de forma ejemplar en toda situación para la que ha sido requerida. Pero de ahí a convertir a la Reina emérita en un crisol de virtudes como medio para poner a caer de un burro a su nuera, media un abismo; por una sencilla razón, son dos mujeres distintas en dos circunstancias históricas diferentes.
A la Reina Sofía la podíamos querer mucho todos, pero en 2013 la Monarquía se deslizaba hacia una pendiente muy peligrosa a nivel de aceptación popular. Las Corinas, los Urdangarines y los olvidos de la Infanta Cristina de Borbón respecto a la fortuna de su marido, amén de otras reales tropelías, encendieron las luces rojas en el Palacio de la Zarzuela. Fue necesaria la abdicación del rey Juan Carlos I con el único fin de sacar a la Corona de un desgaste que hacía peligrar seriamente su permanencia. Y la Reina Sofía por sí misma no pudo salvar la situación, antes bien al contrario, su apoyo a los antiguos Duques de Palma fue (y es) un monumental error, habida cuenta del grave daño que el corrupto Duque Urdangarín causó al prestigio de la Familia Real.
La Reina Letizia debe aprender mucho del modo y forma en el que su suegra ha cumplido con su papel en el siempre difícil ámbito de la vida pública, pero no nos llevemos a engaño; a la actual soberana se le tienen muchas ganas por parte de ciertos sectores que le imputan conductas y situaciones en las que Letizia Ortiz es totalmente ajena: una joven profesional y de éxito, ambiciosa, con una vida personal previa a su real matrimonio propia de alguien que deseó vivir conforme a sus propios deseos. Aquellos que critican el difícil carácter de la esposa de Felipe VI cuestionando abiertamente su capacidad para ejercer como soberana consorte, considero que en ciertas ocasiones como la actual, se han ensañado de forma claramente exagerada. Cuando las amistades peligrosas de Juan Carlos I, tanto femeninas (la presunta comisionista Corina) como masculinas (¿recordamos los turbios manejos alrededor del rey emérito de personajes como Mario Conde o Javier de la Rosa?) campaban por la Villa y Corte, nadie de los actuales hipes críticos de la Reina Letizia cuestionaba la capacidad del Emérito para ser monarca, es que era simpatiquísimo y muy campechano. Vaya por Dios.
Por favor, no elevemos una anécdota a nivel de categoría. La ‘noticia’ generada en Palma de Mallorca entre las dos Reinas no da para tanto, más allá del escándalo mediático que ha suscitado. Es cierto que la Casa Real debe evitar encerrarse en un caparazón con toda esta polémica, al fin y al cabo, la Institución vive del afecto público, y la Reina Letizia sufrió abucheos durante la salida de un evento. Presumo que además de su carácter, la actual soberana también es una mujer inteligente por lo que no le iría nada mal si aplica las sabias palabras de su suegra: “Reinar es servir”. Y sonreír que en ese aspecto, tampoco va muy sobrada.
Leti no es la mala de la película cuyo guión algunos pretenden montar, mal que pese es la Reina. Y su marido, Felipe VI no lo está haciendo nada mal. Tiempo al tiempo, es el único termómetro de la Historia.