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viernes, 22 de noviembre de 2024 | Última actualización: 22:28

Bajada de pantalones

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Santiago Beltrán. Abogado.

Bardem acaba de desmarcarse del comunicado que algunos ‘artistas’ dirigieron recientemente contra Israel, en el que califican de ‘genocidio’ las muertes palestinas en el conflicto de Gaza. Como todos sabemos, Bardem junto con la pléyade de correligionarios políticos, utilizan su trabajo, con innegable trascendencia pública, tanto por el origen de sus ingresos –siempre subvencionados- como por naturaleza mediática, para ir contra de lo que su hermano Carlos califica de comités antirrojos, esto es, todos los gobiernos democráticos europeos, el yanqui y las organizaciones internacionales como la ONU, pero incomprensiblemente se olvidan de criticar las masacres humanas que países de su cuerda ideológica perpetran a diario, como si existieran dos clases distintas de personas, las que tienen razón de vivir y las que si mueren no importa un comunicado. ¿O acaso la actuación militar de Rusia en Ucrania ha merecido un simple comentario de los Almodóvar and company? Pues eso.

Pero lo curioso del caso es que Javierito Bardem ha justificado su marcha atrás con la siempre agradecida excusa de la malinterpretación de sus palabras. La razón no ha sido que en Estados Unidos, donde vive y labora la parejita, y de paso da a luz hijos en hospitales judíos privados, les hayan puesto a caer de un burro, o que el riesgo de quedarse para vestir santos y tener que volver a la madre patria para reintegrarse al mundo de los subvencionados, es más que probable. No, eso no, el verdadero motivo es que el mundo en general, todos unos sionistas redomados, somos unos incultos y analfabetos, incapaces de comprender sus ‘pacíficas’ y ‘equidistantes’ palabras.

Por eso, cuando Bardem se anticipó al manifiesto (‘comunista’, of course) y nos deleitó con una carta abierta para denunciar la actual situación de Gaza, y dijo que lo que estaba haciendo Israel contra los palestinos era un genocidio o criticaba a la Unión Europea por su pasividad, afirmando que no le representa por su nula vergüenza, en realidad, también tergiversábamos sus palabras. Pero claro, no era un discurso verbal sino una carta escrita, lo cual resulta complicado de no entender. Cuando afirmó categóricamente que en el horror de lo de Gaza no cabe la equidistancia ni la neutralidad, parece que lo dejaba bien claro. Cuando continuó largando que lo de Israel es una guerra de ocupación y de exterminio contra un pueblo sin medios y confinado en un territorio mínimo, no creo que necesitemos intérpretes para traducirlo. O cuando habla de alianzas geopolíticas, máscara hipócrita de los negocios de venta de armas, que explican la posición vergonzosa de USA, UE y España, también se le entiende todo.

Bardem dijo entonces que sus palabras las deslegitimarían los de siempre (los comités antirrrojos,  Carlos Bardem dixit) y por eso tenía que aclarar cuestiones personales, como el nacimiento de su hijo en EEUU en un hospital judío privado, su trabajo en ese país, su pertenencia europea y española, y su rechazo a que sus impuestos paguen armas para matar niños.

Lo que Bardem no dice y calla es que Hamas también tiene armas y misiles, que Al Qaeda está detrás de este grupo terrorista, que por supuesto mata niños, ancianos o lo que se ponga en el radio de acción de sus bombas, que las guerras siempre están relacionadas con la industria armamentística de todos los países, no solo de los que a él no le gustan, que en España también se pueden tener hijos y en hospitales públicos donde hay los mismos amigos que en el Monte Sinaí neoyorkino, y que la neutralidad es un concepto que en mentes sectarias es una contradicción ‘in terminis’.

Bardem ha rectificado, pero en realidad no lo ha hecho, simplemente ha sido consecuente con lo que es, un aprovechado con cierta gracia actoral, y se ha vendido a la otra cara de la máscara de la hipocresía, la de los negocios, que en su caso, es el show business, en español castizo, el mundo de la farándula. Porque al final nadie quiere morder la mano que le da de comer, aunque donde ahora trabaja hay ciertas actuaciones que no se perdonan. Y sino al tiempo.