Santiago Beltrán. Abogado.
La respuesta parece sencilla. Todos los que han conseguido representación. Claro que, inmediatamente surgen los matices. Entre los que han obtenido algún escaño, la alegría se muestra de forma muy distinta. El PP ha obtenido el mejor resultado, por lo que se podría afirmar sin equivocarnos, que son los únicos ganadores. Pero no han celebrado nada. Más bien se les ve tristes y apesadumbrados. Imagino que la pérdida de ocho parlamentarios y más de dos millones y medio de votos, es una circunstancia adversa que no la compensa la confianza de cuatro millones de electores y las manidas excusas del desgaste en tiempos de crisis.
Lo del PSOE no tiene nombre. O mejor dicho si, es el castigo al peor equipo de dirigentes de su historia y al fracaso continuo en la acción de gobierno cuando han tenido que asumirla. Rubalcaba se va porque sinceramente no tiene suelo electoral, a cada elección el resultado es peor. Para Ia Izquierda Plural los resultados aparentemente son inmejorables, ya que han pasado de 2 a 6 diputados y lo más importante, en número absoluto de escrutinios han crecido en un millón de votos, que no es moco de pavo. Pero igual se están tirando de los pelos, pensando que hubiera ocurrido sin la aparición fulgurante de Podemos, y si ellos en lugar de estos hubieran aglutinado el voto de los ‘enemigos de la casta’. Con todo, hubieran alcanzado los mejores resultados de su historia reciente, sin lugar a dudas. Su sonrisa, por tanto, es más una mueca de falsa alegría. Lo mismo, exactamente igual, le ocurre a UPyD. Un aumento significativo de votos, de porcentaje de apoyo y número absoluto de escrutinios, pero se quedan con cara de tonto, al no haber sido capaces de aprovechar los más de cinco millones que el bipartidismo se ha dejado por el camino.
Si con lo que le ha caído al PP-PSOE solo han rascado 3 eurodiputados más, es que su techo electoral es muy bajito y sus perspectivas futuras escasamente halagüeñas. Para CiU y PNV los 3 escaños obtenidos, a pesar de su mínima ganancia respecto de las últimas elecciones, se quedan a solo un escaño del resultado de ERC, que lento pero seguro, se está convirtiendo en el partido aglutinador de la mayoría social de una Cataluña imparable en su camino hacia la independencia o al abismo, como se quiera expresar.
Hasta aquí todos los que, de una u otra manera, han perdido las elecciones o se sienten como perdedores, aunque lo disimulen con cortinas de humo, más o menos espesas.
Los que han ganado, por supuesto, el resto. Podemos, C’s, EPDD, Primavera Europea, LPD. Los cuatro últimos por el simple hecho de haber obtenido representación, siendo destacable el resultado de Ciutadans en su apertura fuera de Cataluña y por supuesto el de ERC (o EPDD) al convertirse en la fuerza catalana más votada, usurpando la hegemonía demostrada hasta ahora por CiU y por el PSC.
Lo de Podemos es para un análisis aparte, mucho más extenso, en el que no me entraré más que dar unas pinceladas. Solo diré que es el resultado de la efervescencia –de momento solo coyuntural- de los colectivos antisistema cuya génesis más que el 15-M es la crisis económica provocada y favorecida por los partidos mayoritarios ‘o de la casta’ como los ‘we can’ se hartan de repetir. Solo añadiré, que sin aventurar un pronóstico de su futuro, su suerte es posiblemente la desgracia del resto. Y aun hoy, con estos resultados, siendo muy buenos, sin paliativos, son un inmensa minoría. Romper las estructuras de un sistema, aunque corrompido y anquilosado, requiere de mucha más fuerza electoral, aunque ya hay experiencias en el viejo continente de movimientos populistas que de la nada llegan al poder con mayorías inimaginables en su inicio.
Ahora bien, y como conclusión a este análisis postelectoral, que nadie crea que el bipartidismo ha fenecido, ni muchísimo menos. El peor de los resultados obtenidos por las dos grandes fuerzas mayoritarias no ha sido superado ni en votos, ni en escaños, ni en porcentaje, por el conjunto del resto de fuerzas, por lo que unidos los dos partidos seguirán ejerciendo el poder desde la ‘casta’. Los que alberguen ilusiones de un cambio radical en este sentido, que vayan asumiendo otro escenario -o parecido al que hasta ahora hemos tolerado-, y quienes crean que el mediático Pablo Iglesias es el abanderado de una revolución social desde dentro del sistema para cambiarlo, que no se decepcionen cuando lo que comprueben con el paso del tiempo es que el único cambio de Podemos es el del propio líder y sus aventajados camaradas. Se admiten apuestas.