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jueves, 21 de noviembre de 2024 | Última actualización: 21:55

Obama: preguntas con respuesta

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Santiago Beltrán. Abogado.

Se preguntaba Obama a raíz del atentado de Boston, con la demagogia indisimulada que le caracteriza, porqué estos emigrantes –refiriéndose a los hermanos chechenos Tsarnaev-, acogidos y criados en Estados Unidos, habían sido capaces de cometer crímenes tan execrables, sin motivo aparente alguno y producir tanto mal a su país de acogida.

El Presidente afroamericano, tan dado a lanzar interrogantes en voz alta, manteniéndose siempre en una posición superior y desvinculada del problema –como dando a entender que solo él sabe la respuesta, pero espera que los demás lleguen a encontrarla-, ha actuado, una vez más con el sectarismo racista que le caracteriza, pero que incomprensiblemente nadie le aprecia. Según la posible interpretación del dilema que lanza a voz en grito, nos encontraríamos en una situación tan injusta, por discriminatoria, en la que dependiendo de tu nacionalidad y procedencia, existiría una diferente gradación en las acciones terroristas cometidas en su país. Así tendríamos atentados de blancos nacidos en casa, a los que se les aplicaría la legislación ordinaria -con independencia al número de muertes inferidas-, la de los foráneos naturalizados -el caso más actual de los hermanos asesinos- a quienes se les niega el 'habeas corpus', y por último, la de los extranjeros practicantes del turismo sangriento, a los que se les ingresa en Guantámano con derecho a torturas y a residencia permanente.

Me niego a aceptar el discurso degradante y antidemocrático del mandatario americano, al que le jalona un desprestigiado Premio Nobel de la Paz, mientras priva de sus derechos más elementales a determinados individuos, que no mereciendo más que reprobación por sus acciones, deberían, no obstante, poder tener una garantía de defensa y juicio contradictorio, derecho elemental en cualquier democracia que se precie mínimamente. Obama, además, siguiendo la estela y costumbre de la mayoría de los anteriores Presidentes de EEUU, miente más que habla, y ya son más de 5 años de incumplimientos reiterados, desde que afirmó categóricamente cuando aun no había sido elegido, que el primer compromiso presidencial que cumpliría sería el inmediato cierre del complejo 'habitacional' de malos tratos y torturas, ubicado -fíjate por donde- en la isla caribeña gobernada por otros hermanos, los sátrapas Castro, no menos sangrientos que los chechenos, aunque del mismo modo que Obama, protegidos y disculpados por la progresía amoral europea.

Puestos a teorizar con preguntas sin aparente respuesta, podría Obama plantearse las que resultan fundamentales para la filosofía, según Kant: ¿qué puedo conocer?, ¿qué me está permitido esperar?, ¿qué puedo hacer?. Quizás a la primera, podría saber el sobrevalorado dignatario, que en EEUU, siempre han habido extranjeros, incluso desde antes de la fundación de tan gran país, y que la esencia fundamental que le caracteriza y diferencia es precisamente el haber acogido en su seno como propios a todas las nacionalidades, razas y credos del mundo; que el derecho a la tenencia y uso de las armas es un derecho constitucional; que las masacres terroristas o simplemente criminales son y han sido parte de la historia de América. En cuanto a la segunda de las cuestiones, podría el premiado pacifista esperar cualquier barbaridad en una nación que no pone traba alguna a la posesión de armas, donde además los derechos relativos al derecho de defensa de los detenidos y a la presunción de inocencia están en situación de clara inferioridad comparados con los atinentes al orden público, a la seguridad nacional e incluso a la individual de cada ciudadano, al punto que se pueden invadir otros países para asesinar a sangre fría al mayor terrorista de la historia reciente o simplemente dar patente de corso a cualquier norteamericano que acabe con la vida de quien allane su domicilio. Y como último y definitivo planteamiento, lo que puede hacer Obama y cualquiera que le suceda en el cargo, es o bien acabar con la libre circulación de las armas, finiquitar el agujero negro de la inseguridad jurídica que es Guantánamo, prohibir la pena de muerte y el corredor del mismo nombre, o callarse para siempre.

La justicia y los derechos humanos en el primer caso, y la necesaria coherencia en el segundo, se lo agradecerán 'in aeternum'.