Santiago Beltrán. Abogado.
No se le mueve ni un pelo de la coleta. Impertérrito, locuaz, intrascendente, repetitivo, cínico, peligroso, serenamente insolente. Pablo Iglesias en esencia pura. Puede decir lo que quiera, como quiera y donde quiera. Nadie parece preocuparse. Se le invita a las televisiones, a los foros de opinión, se le escucha, se le admira, incluso se hacen selfies con él, como una estrella mediática, un ídolo de la canción o un rutilante futbolista.
Iglesias parece profundo, pero solo dice obviedades; con un rictus de fingida seriedad se ‘parte el culo’ de ver a tantos idiotas dándole palmaditas en la espalda; ni él mismo se cree la pompa y el boato con que se le trata; es como Groucho Marx suplantando a Hitler en un cervecería de Münich en 1931, solo que el nazi se creía lo que decía y el líder del partido con disfunción eréctil (¡¡podemos!!) simplemente se ríe de todos.
Su ideario es trascendente. Acaba de manifestar que ‘el terrorismo ha causado dolor pero tiene explicaciones políticas’. Extraordinario, superlativo, qué ingenio, cuánta categoría moral. Y no es una ocurrencia suya ni nada por el estilo. Lo comparten González, Aznar y Zapatero, porque en otro caso no hubieran negociado con la banda. Es decir, que el Sr. Iglesias, como algunos le denominan con la boca abierta y las babas en las comisuras de los labios, nos está diciendo que si el terrorismo tiene un fondo político, tiene razón de ser o puede estar justificado, a pesar del dolor que cause. Pues nada, viva el nazismo, que con bases políticas se inventó el holocausto y el exterminio de unos cuantos millones de personas. No cito al estalinismo y sus ‘consecuencias’ porque seguramente el Sr. Iglesias tendría alguna excusa para matizarlo. Pero como es tan noble, no se adueña de la reflexión, sino que llega a la misma como fiel seguidor de las actuaciones de los lideres de la ‘casta’, sin darse cuenta que excusarlo con las negociaciones llevadas a cabo (ignominiosamente) por los citados lideres, es una absoluta contradicción, a no ser que le apetezca, aspire y comparta las actitudes de la susodicha ‘casta’.
Otro argumento con ‘sustancia’ es el que afirma que nadie le puede criticar porque él o su formación reciba multimillonarias subvenciones del gobierno ‘chavista’, en tanto en cuanto el gobierno español también acepta y ha aceptado desde hace mucho, el dinero de la venta de armamento a la nación bolivariana. Perfecto, a seguir asesorándoles hasta que los venezolanos se mueran de hambre y pierdan sus casas. Ya lo compensará su partido evitando los desahucios que aquí imponen los miserables Bancos.
Además, no le ‘gustaría que Cataluña se fuera’, pero si se va es porque no se ha resuelto bien el problema plurinacional del Estado Español, y ‘la solución no vendrá de consensos inventados sino de mayorías sociales desde abajo’. Es tan profundo, que ya no sé que quiere transmitir. ¿Que voten los catalanes, o que voten los españoles?, o ¿que voten los más débiles o desprotegidos (los de ‘abajo’) o también el resto (¿los de arriba?)?. En cualquier caso, que no lo decidan los de la ‘casta’, aunque tampoco tengo claro si entre ellos está Mas, Junqueras, o cualquiera de los secesionistas. ¿Pero pueden decidirlo los de la ANC (Assemblea Nacional Catalana)?. Lo digo porque éstos, como los banqueros, mandan sin presentarse a las elecciones.
La verdad es que este Iglesias si lo analizas someramente pierde mucho lustre. Igual si rascamos un poco nos aparece un sustrato ‘castizo’.
Pero lo más lúcido, lo que denota claramente que estamos ante un estadista de relumbrón, es esa dosis de nacionalista español a ‘ultranza’ que le ha salido. Posiblemente no haya sido culpa suya, sino de las reminiscencias del barroco hotel madrileño donde era la estrella invitada, cuando ha cometido el gran desliz de afirmar que siguiendo las políticas que llegan de Europa, los gobiernos españoles “están vendiendo nuestro país, la patria”. Al escucharlo me he quedado anonadado, porque creía haber entrado en un ‘dejà vu’ histórico, y el conferenciante había perdido la coleta e inexplicablemente se le había trucado en bigote. Franco había resucitado y volvía al Ritz en carne mortal.