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domingo, 8 de septiembre de 2024 | Última actualización: 21:20

Tiempos modernos

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Santiago Beltrán. Abogado.

Estamos en un nuevo tiempo, en un mundo diferente y en un manifiesto cambio de civilización. Inmersos de lleno en todo ello demostramos diariamente enormes dificultades de adaptación, porque no somos capaces de evaluar correctamente el presente y pretendemos visualizar el futuro con soluciones y herramientas del pasado.

Son tiempos difíciles, porque no alcanzamos a entender la mayoría de instrumentos tecnológicos que el mercado nos ofrece e incluso nos impone y sin embargo los utilizamos sin reservas, impúdicamente, para disfrutar o simplemente para sacarles provecho.

Es un mundo nuevo, donde todo se mueve a velocidad de vértigo; nada permanece ni se conserva; todo cambia y se modifica, avanza y se transforma. Lo que tenemos hoy, mañana no sirve, lo de ayer es simplemente una reliquia.

El cambio de civilización es el de un planeta convertido en aldea común de todos sus habitantes, donde las fronteras físicas –por ende, las intelectuales- han desaparecido. Las gentes del mal llamado tercer mundo invaden el primero, los de este se intercambian entre ellos e incluso se ha instaurado un neocolonialismo que parecía superado; los del segundo mundo, conocidos por su alianza con la extinta URSS, ya no existe como tal y ha caído en completo desuso, al punto que sus originales miembros han quedado integrados en algunos de los otros dos.

En este mundo donde la movilidad geográfica y funcional de los ciudadanos, de las empresas, de las ideas, es una característica esencial para su entendimiento, hay quienes no se han dado cuenta todavía que permanecer quieto, fijo, a la expectativa, no solo es un síntoma de obsolescencia, sino el signo evidente del fracaso, como hombre y como nación. Ser competitivo hoy es llana y simplemente estar en permanente movimiento, ser flexible y adaptable, garantía de éxito. Es como utilizar la última tecnología, o incluso inventarla.

Frente a esto, continuar manejando conceptos atávicos, como contrato indefinido, puesto de trabajo fijo, derechos de permanencia, inmovilidad geográfica y funcional, indemnizaciones por extinción de contrato, es retroceder en el tiempo una eternidad, lo que nos ancla al pasado y nos impide ser competitivos a nivel de país, y por tanto de sociedad.

Por eso, nuestros jóvenes son un ejemplo de libertad, de la que es verdadera y no la que imponen las leyes con la excusa de garantizarla. Por eso se van de aquí, dejándolo todo y arriesgando por mejorar. No es un problema de que no haya trabajo para ellos –que por supuesto es la consecuencia directa de una nula apuesta política por la investigación y la innovación-,sino que el sistema está anquilosado, precisamente, porque el mercado de trabajo está paralizado, a consecuencia del lastre de legislación laboral que padecemos, y de la ceguera absoluta de los denominados operados sociales, dedicados a mantener sus prebendas y privilegios como clase, y a negar el individualismo como principio.

El futuro es de los emprendedores, y ahí estamos todos, los que ponen el dinero de la inversión y los que ponen su trabajo físico e intelectual. Hasta que no nos demos cuenta que empresarios los somos todos, y que lo que hace prosperar una empresa es la fuerza individual de cada partícipe, puesta al servicio de un objetivo común que es el de todos, no dejaremos de ser una sociedad atrasada y lo que es pero llena de enfrentamientos y prejuicios.