Santiago Beltrán. Abogado.
Leo con estupor el siguiente titular de una noticia publicada en el día de ayer en varios diarios digitales: España y Rusia vetan a los homosexuales para desbloquear el convenio de las adopciones.
Mi primera impresión tras su lectura, es ciertamente negativa. ¿Cómo España puede vetar a quienes tienen reconocido ese mismo derecho en la legislación interna?. Parece que nos encontramos, como también leía hace unos días, ante la vuelta a un pasado de prohibición y oscurantismo. España que nunca ha sido pionera en reconocer derechos civiles, y que por primera vez en su historia, había liderado una causa largamente reivindicada por estos colectivos, alzando la bandera de la lucha de gais, lesbianas, bisexuales y transexuales, convirtiéndose en uno de los primeros países del mundo en tener reconocido el matrimonio homosexual y la adopción para cualquier pareja con dicha orientación sexual, incluyendo tal posibilidad a familias monoparentales, parece que con el acuerdo alcanzado con Rusia, podría estar retrocediendo y en peligro con el gobierno conservador del PP.
Pero resulta, como en muchas ocasiones, que el encabezado no se corresponde con el contenido de la noticia, ni con la realidad que de la misma se desprende. Es más, es una manipulación excesiva que pretende hacer daño sin razón aparente, salvo que los rotativos en cuestión tengan como objetivo desprestigiar, en lugar de informar, tomar partido ideológico mintiendo frente a la veracidad que debería ser su dogma. Lo mismo es aplicable a todos aquellos ‘opinadores’, que cegados por su pasión política y personal, se han posicionado arbitrariamente en este tema contra el gobierno Rajoy, lanzando la piedra y escondiendo la verdad del asunto.
Rusia es, junto con China, uno de los principales países a los que los españoles acuden para adoptar un niño. Rusia, como China, como cualquier país de origen de los adoptados fija e impone las normas que deben cumplir quienes pretendan acogerse a la adopción. La legislación que rige es la nacional, y en la mayoría de estos países no se permite que los homosexuales, en pareja o en solitario, puedan adoptar a sus nacionales. Nada puede hacer el país de los adoptantes para cambiar dichos criterios o requisitos. O lo tomas o lo dejas. No porque China solo acepte a padres adoptantes con estudios de bachillerato o superior, a adultos mayores de 30 años, y que estén sanos, con ingresos mínimos anuales y no tengan obesidad mórbida, se nos ocurría afirmar que España veta a los pobres, incultos, enfermos y gordos. Pues lo mismo, cuando se prohíbe a los homosexuales, no podemos afirmar gratuitamente que España los discrimina o los veta, cuando lo único que se pretende con el convenio que ahora se ha firmado es salvar una situación que estaba atormentando a 600 familias españoles, en trámites de adopción con el país de Putin, de las cuales 160 ya tenían asignado un niño e incluso habían viajado a conocerlo.
El convenio en cuestión, por exigencias del Tribunal Supremo ruso, que ante su inexistencia había paralizado todos los procesos en curso, permite solucionar el problema de numerosas parejas heterosexuales. No se trata de impedir ahora con este acuerdo que los homosexuales pueden adoptar, como apunta torticeramente la noticia, porque nunca se les había permitido antes. El problema de discriminación es esencialmente ruso, y deriva de una legislación interna que desconoce el derecho que a este colectivo si se le reconoce en algún otro país de Europa occidental, y que es la herencia propia del comunismo y del marxismo que han tenido que soportar durante tantos años. Lo mismo ocurre en China y en algún otro afín ideológicamente, al que los mismos periódicos que se llenan la boca cuando llaman impunemente reaccionarios a los gobiernos europeos conservadores, se les olvida citar como ejemplo cierto de persecución de un colectivo al que dicen ellos hay que erradicar, por enfermos. Y sino que se lo pregunten a los Castro, a Maduro, a Ortega y adláteres.
Por cierto, Italia y Grecia, para muchos, ejemplos históricos de permisibilidad con la homosexualidad (siempre masculina, pederasta y clasista, por cierto), no tienen reconocido en su legislación ni el matrimonio homosexual, ni la adopción por estas parejas, ni por supuesto de forma monoparental. Tampoco países tan modernos como Alemania, Austria o Suiza.
Creo sinceramente que una de las crisis mas importante que sufre la sociedad española es la pérdida de valores, una constante que parece no acabar nunca, y en su esencia, o al menos en su mantenimiento y progresión, tienen bastante que ver los medios de información, cuya traición a la verdad es más que evidente y manifiesta.