Santiago Beltrán. Abogado.
30 de agosto de 2013. Benicàssim noche. Último fin de semana de vacaciones para muchos. Estos últimos días han estado pasados por agua y ha apetecido salir más bien poco. Pero este viernes, con una mejoría notable en el tiempo, la gente ha salido en masa a la calle. La consigna parece ser: hay que aprovechar lo poco queda para la vuelta al trabajo. Hay sitios donde no cabe un alfiler. La calle Dr. Fleming es uno de ellos, y resulta curioso porque no hay ni un solo bar, ni un restaurante ni tan siquiera una discoteca. Sin embargo se han agolpado de pronto casi dos mil personas. Suena la música pero no hay ninguna verbena ni festival. Todos se mueven mucho pero nadie baila. Hay bastante policía pero no hacen controles de alcoholemia.
En el paseo marítimo, totalmente colapsado, la gente, curiosamente, está de espaldas al mar, quietos, pegados unos junto a otros, sin que nadie se manifiesta ni proteste. Están expectantes, curiosos. Los chiringuitos están vacíos, las terrazas huérfanas, los manteros desaparecidos por arte de magia y nadie en la playa. En Dr. Fleming todos visten con pantalón corto y camisetas pegadas, pero nadie lleva bañador ni toalla. Hay personas de todas las edades, sexos, residencias, nacionalidades y condiciones. Pero rezuma por todos lados, libertad, solidaridad y alegría, una indescriptible emoción.
De pronto, se oye un disparo, como un cohete y sin solución de continuidad, una estampida. La marabunta humana se mueve con avidez y se despliega deshaciéndose a la búsqueda de conseguir un objetivo, diferente para cada uno de sus miembros. Los más fuertes y los más osados se ponen al frente y encabezan la inacabable hilera humana. Los menos avezados, entre confusos y ilusionados, se dejan llevar por los de delante. Nadie se mira, pero todos se ayudan.
El aliento de unos refuerza a los otros. Suenan aplausos y gritos de ánimo de los espectadores que observan desde las aceras, motivados por el espectáculo de vida que se les acerca y participan activamente, con encendida ilusión, buscando de entre los participantes una cara conocida, un amigo, un hijo, un padre, un abuelo, un compañero. Alguien, despistado por un grito de reconocimiento, tropieza y se cae. Pero apenas toca el suelo, se levanta llevado en alzas por los brazos de otros compañeros participantes. La concurrencia, cambia su pena por el elogio mas encendido. Renovados aplausos curan el dolor del caído, que se reincorpora con mayor de decisión.
Al final todos cumplen sus fines y llegan a meta. En apenas una hora y veinte minutos, 1721 participantes completan en su totalidad el recorrido de la extraordinaria primera carrera popular nocturna de Benicàssim playas, de diez kilómetros de distancia. Puedo decir con orgullo que he participado, que he disfrutado y he alcanzado el fin que me propuse en esta primera aventura, que no solo era llegar sino conseguir esforzarme al límite de mis fuerzas.
Da igual el resultado, da igual la marca, todo es intrascendente comparado con la grandeza de hombres y mujeres, que sin esperar nada a cambio, lo dan todo, sin trampas ni ayudas externas, por el mero hecho de participar de un espectáculo por el que el único precio que han pagado es el de la satisfacción y orgullo de haber formado parte del mismo.
Enhorabuena a todos y hasta el año que viene.
Enhorabuena a todos y hasta el año que viene.