Vicente Martínez. Alcalde de Xilxes y presidente de la Comisión de Turismo del Partido Popular de la provincia de Castellón.
Con ocasión de las elecciones europeas, el Partido Popular de la Comunitat Valenciana celebró, como tiene acostumbrado en cada cita electoral, un mitin central en Valencia. En esta ocasión el acto tuvo lugar en el Ágora de la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Miles de personas, afiliados y simpatizantes, se congregaron para apoyar a sus dirigentes. Como uno de tantos, allá que fui.
Por motivos de agenda llegué separado de los compañeros de mi pueblo que habían llegado antes, por lo que llegué solo. Tal y como me acercaba a la entrada, y no estando seguro de por dónde debía acceder al recinto, vi a un grupo protestando. Nada nuevo, los he visto en cada acto importante que ha llevado a cabo el PP. Son unos cincuenta o sesenta que en cada ocasión llevan pancartas o petos que varían con cada reivindicación, pero yo diría que son siempre los mismos. Pues bien, pensé: “si estos están ahí, por ahí debe ser la entrada”. Y hacia allí me dirigí.
No llevaba yo ningún signo distintivo que me identificara como militante del PP. Aún así, tuve que escuchar palabras como “lladre”, “corrupte”, “fill de puta” y una serie más de lindezas similares. Ninguno de los que me gritaban eso sabían quién era yo y aún así ya me habían juzgado y condenado sólo por el hecho de que iba a un acto del PP.
Aquello me indujo a esta reflexión ¿qué falla para que cualquier ciudadano no pueda acudir a un acto político sin tener que soportar eso? Reconozco que no tengo respuesta pero me quedo con la firme conclusión de que soy mejor que ellos, que la gente que acudió al mitin es mejor que ellos. Porque nadie, en todas las ocasiones en las que he vivido situaciones como éstas, se ha revuelto ni ha buscado confrontación con ellos, sino que les ha ignorado y soportado su acoso estoicamente y, sobre todo, porque yo nunca haría algo como lo que hacen ellos y estoy convencido que los que acudían al mitin tampoco.