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domingo, 16 de febrero de 2025 | Última actualización: 13:49

A río revuelto…

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Santiago Beltrán. Abogado.

Cuán poderosas y urgentes han ser las razones del Rey para abdicar ahora, con la que está cayendo en forma de pedriscada republicana radical. Sobre todo porque esta decisión, anhelada por algunos, necesaria para otros, arriesgada para los menos, había sido contemplada desde hace tiempo, descartándose de inmediato, incluso y sobre todo por el propio Monarca, de forma rotunda y categórica.

No sabemos si la causa de la retirada anticipada obedece a acontecimientos venideros de cierta gravedad, que le afectarían en primera persona –y no me refiero a la imputación de la infanta, porque no creo que se produzca-, y altamente secretos, ya que nadie ha dado todavía con ellos, o simplemente obedezca a su estado de salud, quebradizo en lo físico, preocupante en lo mental.

Lo que parece innegable es que el paso no se ha dado en una coyuntura favorable para la institución, ni fundamentalmente para el sucesor, que deberá lidiar con otra transición democrática, como otrora lo hizo su padre. Es evidente que estamos viviendo tiempos de cambio, en lo económico por supuesto, en el ámbito social, en la forma de relacionarse la ciudadanía con los poderes públicos, en el mundo del pensamiento -precisamente porque es significativamente escaso entre las nuevas generaciones-, en las relaciones entre los distintos territorios, y en el modelo de Estado.

Cuando la crisis económica es más asfixiante y las soluciones una quimera, a pesar de que quienes nos gobiernan intenten vender otra realidad; cuando el sufrimiento diario de muchos millones españoles ha crecido, deviniendo a peor; cuando por experiencia sabemos que las revoluciones se nutren básicamente de desesperanza y hartazgo, con una gran dosis de mentira y populismo, provocar un simple movimiento en una de las instituciones de poder, piedra angular del edificio denominado democracia y estado de derecho, puede traer consecuencias negativas impredecibles.

Siempre hay quien quiere obtener los beneficios que ofrece el río revuelto, y se apunta a cualquier movimiento, porque para algunos lo importante no es el futuro, sino lo inmediato, elegir un objetivo para liquidarlo, con urgencia y prestancia. Para eso hay que moverse, erráticamente si se quiere, pero moverse. No permanecer quieto, expectante, impasible, a la espera de acontecimientos, sino coger al vuelo el discurso populista de algún cantamañanas que pase por ahí, cuyo único mérito sea tener la osadía de alzar la voz y repetir los mensajes de moda, que una parte del pueblo está ansiosa de comprar porque nada cuestan y no exigen contraprestación.

La causa de la abdicación, para parte de la turba, ha dejado de ser importante, forma parte del pasado y simplemente es la puerta de entrada para introducir de nuevo la repetitiva dicotomía entre los dos bandos, las dos Españas, las dos clases, las dos ideologías. Felipe no es nadie, ni siquiera hay que darle margen de maniobra, es un simple obstáculo que hay que derribar, y hacerlo en nombre del pueblo. De momento, ya se habla de exigir un referéndum para escoger entre Monarquía y República, y lo hacen arrogándose la voluntad de la gente, antes de preguntar nada ni saber a quien representan. No se plantean que para usurpar la voluntad popular, antes que un plebiscito sobre el modelo de Estado y de gobierno, deberían plantearse consultar a ese mismo pueblo, incluso al que ellos desprecian, a los de derechas, a los ricos, a los monárquicos, a quienes incluso siendo republicanos piensan distinto.

Estoy convencido que en no mucho tiempo la Monarquía dejará de existir, porque en esencia es un anacronismo histórico que no tiene sentido alguno en un mundo como el actual. Pero como en muchas circunstancias de la vida, acabar de súbito y sin explicaciones claras y diáfanas, es peor que hacerlo sin la aconsejable tranquilidad, pausa y anticipación. Los ciudadanos en general son obedientes y sumisos, lo cual no significa que no se merezcan conocer de primera mano la verdad de las decisiones que se adopten desde las altas instancias.