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viernes, 22 de noviembre de 2024 | Última actualización: 22:28

Capitalabismo

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Pablo Royo. Humanista.

El problema es de oído, una sordera brutal que ciega a la palabra y la esteriliza, y es que no se escucha a la voz fértil de los intelectuales que manifiestan la caída del capitalismo.

Llamaré Capitalabismo a esta quiebra abismal del sistema socioeconómico y político en el que todavía vivimos, el mismo que está engullendo a la clase media, y por consiguiente empobreciendo y destrozando moral y socialmente al hombre de hoy.

Hay multitud de intelectuales que vaticinan el fin del capitalismo en nuestros días. Sin embargo, no se les escucha, se aborta sus ideas en el primer mes de gestación, en un aborto intelectual que está matando el sentido último de la dirección de los gobiernos occidentales, que están arrastrando desgarrados a un capitalismo que los está amancebando, pero que sin tardar mucho los devorará, junto al resto de la sociedad.

Pues el monstruo del hombre ha criado desde los albores de la Revolución Industrial en el siglo XVI a una bestia capaz de acabar con él, de exterminar a la humanidad.

La infancia y la adolescencia del capitalismo se basaron en una economía mercantil e industrial que alimentaron a un joven que crecía exuberante y enérgico, nutrido por una burguesía que pretendía el poder económico y político, y que lo consiguió acabando con el privilegio y los estamentos sociales que segregaban a las personas en el medievo y durante la modernidad. Pero estos burgueses que junto al pueblo llano ansiaban la igualdad económica, social y política, acabaron traicionando al conjunto del pueblo que le apoyó durante la revolución, llevando a cabo una despiadada explotación económica que acabó alienando a una sociedad obrera cuya dignidad e identidad fueron borradas.

En este contexto sociopolítico se inició el desarrollo de una economía financiera que se expandió rápidamente por los países desarrollados europeos que se nutría del liberalismo económico que hacía que los gobiernos intervinieran mínimamente en asuntos económicos, siendo el mercado el rey absoluto de las relaciones económicas. También, se forjó la propiedad privada en manos de burgueses ennoblecidos o poderosos monarcas, abandonando así al pueblo llano que tenía que soportar condiciones laborales insalubres y vidas miserables.

Con el paso del tiempo, como respuesta a este joven déspota que comenzaba a mostrar su engreimiento y egoísmo nació el comunismo, que se enfrentó duramente contra las fauces insaciables del capitalismo, pero acabó cayendo tras una tremenda guerra ideológica que dejó una huella imborrable en la historia de la humanidad.

A partir de entonces el Estado de Bienestar estableció como principios la igualdad social y económica, la paz internacional europea y el sistema político democrático como bases sobre las que se cimentó la CEE, lo que al poco tiempo constituiría la UE.

Así pues, el capitalismo salía reforzado e impetuoso, y creció desproporcionadamente al ritmo de una globalización imparable que conformaba un mundo impensable con unos avances en materia tecnológica que sobrepasaban la imaginación del hombre de décadas atrás.

A pesar de estos logros materialistas, que nos permiten viajar superando los récords temporales y espaciales: pisar la luna; circular billones de euros intangibles en el mercado internacional; conectarnos en décimas de segundo a través de un click con cualquier recóndito del planeta; correr la información a la velocidad de la luz,… el hombre todavía no ha aprendido a vivir.

Pues en la era de mayor desarrollo tecnológico de la historia de la humanidad, el tiempo se dispara y se relativiza hasta límites inéditos, y el hombre desorientado y extasiado ante tanto frenetismo se centra en el trabajo, en encontrarlo primero, después en el quehacer diario, sus preocupaciones personales, olvidándose de sus deberes sociales. Pues lo cierto es que la situación actual no invita, ni incita a buscar tiempo para la reflexión política ante tanta necedad, pero lo que es inadmisible es reconocernos a nosotros mismos como idiotas.

Como decía, en este contexto real de progreso material incesante, la realidad más sangrante es que 870 millones de personas mueren de hambre según la FAO, sin contar las que pasan hambre, una terrible injusticia social que define la humanidad del capitalismo, del sistema de vida occidental, feroz, despiadado y tremendamente injusto, pues algunos pocos se enriquecen cada vez más, y la inmensa mayoría cada vez es más limitada en recursos económicos.

La pregunta es ¿Por qué se permite que ocurra semejante barbarie? porque tanto la clase política como la banca, así como grandes multinacionales que controlan el mercado están montadas en el dólar, ante un consumismo descontrolado en las sociedades “avanzadas” que mediante estrategias cautivadoras compran la mente del hombre, anestesiado por la ansia de poseer.

Y ahí precisamente voy, el puto dinero está destruyendo al hombre, siendo todos los problemas económicos actuales producto de la avaricia y el egoísmo de los gobiernos “demócratas” que han permitido que el mercado se corone como déspota en el mundo, y además se han aprovechado de su situación privilegiada de poder para arruinar a las naciones, a los ciudadanos.

La democracia es como ese oasis ficticio que el hombre percibe en su estado de máxima ilusión, y la única realidad es que está vendiendo un producto que es una estafa social, y que está socavando la paciencia de la ciudadanía, que yace arrancada de sus políticos.

Desde diversos frentes políticos se habla de crisis cíclica del capitalismo a la que crisis que hoy estamos sufriendo, pero lo cierto es que la gravedad es mayor, pues “el sistema de vida occidental se acaba” en palabras del  ilustre pensador Juan Luis Sampedro, y otros muchos pensadores que como este humanista, conciben que el capitalismo en nuestros días está agonizando, y arrastrándose moribundo por los países occidentales.

Pero el intelectual de hoy, desgraciadamente, es concebido por el político frívolo y ebrio de poder como un marginal social, cuya palabra sabia es desoída y desechada.

Ya Jean Paul Sartre trató de delimitar y definir el concepto de intelectual europeo. El brillante pensador francés enmarcado dentro del movimiento filosófico del existencialismo comenzó a analizar que un intelectual va más allá de la labor técnica del saber práctico de un ingeniero, un médico, un científico, un profesor o un escritor, entre otras profesiones, pues decía que “no es suficiente con hacer uno su trabajo para ser un intelectual”, pues ha de estar comprometido con lo universal, lo ético. En sus palabras “un intelectual aparece a partir del momento en que el ejercicio de su oficio particular hace surgir una contradicción entre las leyes de ese trabajo y las leyes de la estructura capitalista…, y al mismo tiempo siente que su propio trabajo lo conduce a esa idea de universalidad que es contraria a la de los burgueses, en cuyos conceptos ha sido instruido y educado, y en consecuencia a la naturaleza de su propia constitución. Es entonces cuando se convierte en un intelectual”.

Así pues, si un maestro o profesor concibe que su saber está condicionado por un adoctrinamiento, y que ello contamina su imprescindible labor social, lo criticará, del mismo modo que si el sistema educativo va en contra de principios educativos básicos; como el caso de un ingeniero que trabaje en investigaciones nucleares y se cerciore de que con su trabajo va a posibilitar una guerra atómica, lo denunciará; así como un periodista que ve censurada su voz por no interesarle al gobierno, también protestará; o que un facultativo o médico se vea forzado a atender con prioridad a unos pacientes que a otros por imposición en vez de atender de acuerdo a su gravedad; igual que verse condicionado el trabajo de un letrado que siempre tiende a la justicia por presión política, lo criticará; o un banquero que perciba en su trabajo que le fuerzan a estafar al cliente, levantará su voz y protestará; o que un trabajador cualesquiera esté padeciendo una situación de explotación laboral, expresará tal injusticia social… etc.

En definitiva, ser una persona íntegra implica ser una persona digna, comprometida con la humanidad en su totalidad, y eso es lo que necesitamos con urgencia en nuestra sociedad.

Dicho esto, me pregunto y os pregunto: ¿Qué está sucediendo en nuestra sociedad? ¿Se halla nihilizada, anestesiada, desalentada, maltratada, envenenada, putrefacta, sorda, ciega, maleducada, acomodada, dormida, desolada, muerta? ¿Dónde está el espíritu de debate, diálogo y consenso para buscar alternativas o soluciones a los problemas sociales? ¿Se debe esto a falta de cultura política o a una grave crisis educativa que no cultiva la intelectualidad?

Pues la fuente del cambio de paradigma sociopolítico y económico somos nosotros. Pero, para ello hemos de encontrar espacio y tiempo para la reflexión, y pensar así qué está sucediendo a nuestra sociedad, para despegarnos del individualismo salvaje al que nos ha arrojado el capitalismo más feroz y parásito que está devorándonos la inquietud y la empatía.

Por último, considero que es necesaria una sociedad civil informada para caminar con determinación por la vereda política, pues la verdad es plurívoca, así que alzad la voz y opinad, pues lo que no debe abandonarse nunca es a la dignidad que todos poseemos, ni a vuestra expresión hecha palabras porque estoy seguro que aunque desdichadas y desoídas, sembrarán con el tiempo un prolífico país que haga frente al cataclismo del capitalabismo que estamos sufriendo.