Noticias Castellón
domingo, 24 de noviembre de 2024 | Última actualización: 20:15

Una mirada cósmica a la humanidad

Tiempo de Lectura: 4 minutos, 4 segundos

Noticias Relacionadas

Pablo Royo. Humanista.

Nuestra esfera de cristal ha perdido la magia, el asombro, la verdad, el sentido.

Imagina que por un instante tu mirada pudiera viajar por el espacio y contemplaras la Tierra desde miles de kilómetros. Estoy seguro que nunca lo olvidarías, y que la próxima vez que pusieras pie en ella verías al mundo en el que vives con otros ojos. Solo un instante de mirada cósmica te cambiaría definitivamente.

Semejante impacto estético convertiría al hombre en nada y todo simultáneamente, lo sumiría en una sensación de terrible perplejidad al verse aislado y alejado de ese punto azul que lo es todo para él. Le causaría tal conmoción que más de uno perdería el sentido incapaz de amortiguar la brutal belleza de un universo tan espeluznante.

Una leve mirada etérea bastaría para deconstruir su mirada desacompasada, y devolverle al hombre la humanidad de la que se ha desarraigado, enclaustrado frívolamente en una engañosa aurea de vanidad que le impide comprender tantas cosas extraordinariamente evidentes.

Tan solo el hombre cara a cara con la realidad más pura y sublime. Tal vez así, comprendería el porqué de la religión y la diversidad cultural diseminada por la Tierra; se fascinaría ante la variedad étnica y el prolífico desarrollo lingüístico de la especie humana; vería claramente al ser humano en esencia, como una maravilla evolutiva que debe respetarse al margen de particularidades accidentales como su color de piel, su inclinación sexual, su creencia religiosa, su cultura, su ideología,… etc.

Así, uno profundamente entendería que no existe lengua más valiosa que otra, ni nación,  ni religión, ni cultura, ni etnia, ni sexo, ni inclinación sexual,… y, por ende no toleraría ningún tipo de discriminación que pudiera violar los derechos humanos universales. También perdería el sentido el sentimiento de etnocentrismo del que se alimentan los nacionalismos excluyentes, a la vez que el racismo y las diversas formas de xenofobias; el machismo, por su parte, se diluiría, y junto a él sucumbiría la homofobia; también los abusos económicos y la explotación laboral se eclipsarían, y con ella caerían los magnates del siglo XXI, la insaciable avaricia y el egoísmo devastador que carcome el espíritu del hombre contemporáneo, inmerso en un sistema capitalista y neoliberal en el que se devalúa lo espiritual en boga de lo económico, que se agarra al materialismo más atroz, despiadado y violento, que deriva en guerras, desigualdades económicas y sociales que arruinan a unos y enriquecen injustamente a otros, y en definitiva que ocasiona una quiebra brutal e insalvable en el hombre, que ha vendido su alma, deshumanizándose, y cuyo reflejo es el mundo que él mismo ha ido construyendo, y también paradójicamente devastando en tantas ocasiones a lo largo de la historia.

Entonces, uno desde ahí arriba se lamentaría profundamente de ver que millones de personas viven en la extrema pobreza; que la globalización nos permite conocer más pero saber menos del otro; que el desequilibrio económico desencadena migraciones masivas; que hay lugares en los que mujeres, hombres y niños todavía son explotados y maniatados; que la guerra aniquila despiadadamente a poblaciones enteras; que el eco de la miseria, la encarnecida desigualdad y altas dosis de ignorancia desencadenan odio, el caldo de cultivo del terrorismo; que los polos se deshielan incesantemente por la imparable contaminación; que aún hay países en los que se lapida a mujeres, se condena la homosexualidad, se tortura, se persigue y se asesina a quien no tiene los mismos ideales… atentando contra lo humano ante un fracaso estrepitoso del sentido último del lenguaje –comprendernos-, de la más maravillosa invención del ser humano, que se gestó en sociedad y nos define como especie.

Deberíamos lanzar al espacio a muchos de los políticos dirigentes de varios países del mundo a que otearan el planeta que gobiernan para que lo valorasen desde la distancia, y también a muchos de nosotros para hacer un ejercicio de catarsis, pues nos deslumbraría la maravilla de la que formamos parte, a la vez que nos alentaría a preguntarnos en qué mundo queremos vivir. Pero, para iniciar esta deconstrucción, sin lugar a dudas, debemos recuperar la semántica más ética para salvar a la palabra de la desidia, la falacia y el ostracismo, porque solo rescatándola y dotándola de verdad se salvará al hombre del abismo espiritual en el que se halla, pues es lo más valioso que posee, su metáfora, para crear un mundo más justo y humano.