Pedro Tejedo. Abogado.
Hace escasos días la victoriosa CDU de Angela Merkel llegó a un acuerdo de gobierno para la nueva legislatura con el SPD en lo que se conoce en Alemania como la Gran Coalición. No es la primera vez que Merkel gobierna en esas circunstancias, pues ya su primera legislatura de gobierno, 2005-2009, tuvo lugar bajo la forma de gran coalición de democratacristianos y socialistas. En aquella primera ocasión ambas fuerzas pactaron, entre otras cosas, una nueva distribución de competencias entre la Federación y los länders, de manera que competencias que hasta la fecha habían sido de las regiones pasaron a ser del gobierno federal.
Aquélla primera experiencia fue exitosa para Alemania aunque no tanto para el SPD que tuvo un revés electoral en las siguientes elecciones. Por eso dentro del SPD se veía con cierto temor un nuevo pacto de gobierno con la CDU. No obstante, tras largas conversaciones entre ambos partidos, el SPD llegó a un acuerdo de gobierno con el partido de Merkel cuya aprobación definitiva quedaba condicionada a su ratificación por las bases del SPD. Los afiliados del SPD, pensando más en el interés general que en el partidista, aprobaron por una mayoría del 76% de los votos el acuerdo de gobierno con los democratacristianos de la CDU.
Todo esto en Alemania, claro.
¿Y en España? Durante treinta y cinco años de democracia jamás se ha producido algo parecido. Tanto el PP como el PSOE cuando no han obtenido mayoría absoluta han optado por pactar con cualquier partido nacionalista antes que con su rival o que con un tercer partido nacional. Se dirá que por la inexistencia, hasta la fecha, claro, de un tercer partido nacional que permitiera obtener la mayoría parlamentaria con PP o PSOE, pero es que esa circunstancia no es casual sino causal, en concreto trae su causa de una ley electoral que favorece el bipartidismo a costa de la igualdad del valor del voto con independencia del partido al que se vote o del territorio en que se emita.
No es que una gran coalición a la alemana deba ser lo habitual, es lógico que sea una excepción, pero es que aquí en España no se ha producido ni una sola vez, y no por falta de oportunidades para hacerlo: ¿Acaso no hubiese sido bueno para el interés general un acuerdo PP-PSOE para que el Estado recuperara competencias en manos de las CCAA, como la educación, por ejemplo, de igual modo que hicieron hace ocho años en Alemania la CDU y el SPD?
¿Por qué ha sido imposible ese pacto de gobierno en España? Creo que se ha debido a una ficción que se nos ha tratado de vender por el PP y el PSOE, nuestro querido PPSOE, para consolidar el bipartidismo imperfecto y la alternancia, que no alternativa, entre ambos. En esa ficción se nos pretende vender las supuestas grandes diferencias entre ambas formaciones políticas y, en consecuencia, se nos invita a impedir que gobierne el PP facha o el PSOE rojo y así, sin mayores inteligencias, votar al otro partido con la nariz tapada si hace falta, pero impedir que gane el enemigo que no rival.
Claro, para mantener esa ficción que tan generosos réditos le produce al establishment no es aconsejable alcanzar un acuerdo de gobierno entre ambos partidos que dificultaría después seguir vendiéndonos lo muy distintos y alejados que están ambos partidos y lo extremistas que son según el contrario.
¿Puede ser posible ahora esa Gran Coalición? Creo que tras las próximas elecciones generales es posible que se produzca, y ello por tres razones:
En primer lugar, por una cuestión de aritmética parlamentaria: en el nuevo Congreso, ante la caída de voto del PP y del PSOE, quizá sólo pueda lograrse una mayoría parlamentaria con un pacto entre ambos.
En segundo lugar, porque la ficción antes mencionada se hace cada vez más evidente para un mayor número de ciudadanos y ya no será posible engañar con las supuestas diferencias ideológicas irreconciliables y, sin embargo, se hará más patente la concomitancia de ambos partidos con sus pactos de hierro en aspectos trascendentales: ley electoral para salvaguardar la alternancia en el poder, reparto del CGPJ para evitar la separación de poderes, reparto del Tribunal Constitucional y demás instituciones de nuestra débil democracia, mantenimiento de los chiringuitos autonómicos hipertrofiados para colocar a toda su red clientelar …
En tercer lugar, porque ante el temor de quiebra del actual status quo deberán acudir uno en pos del otro y apoyarse mutuamente para no caer derribados. Nos lo venderán con pomposas y hasta hermosas palabras, y así hablarán de Pacto de Estado, de que hay que tener altura de miras, defender el interés general frente al partidista y sus líderes serán, de pronto, hombres de Estado.
Todo eso nos dirán, pero no será más que pasteleo, el último intento de salvarse de esta élite política extractiva que nos ha conducido a la fragmentación de la Nación española en su concepción progresista, esto es, al fraccionamiento de la comunidad política garante de la igualdad en derechos y oportunidades de los ciudadanos que la conforman.