Pedro Tejedo. Abogado.
En el año 2007 un pequeño grupo de ciudadanos llegó a la conclusión, frente a la indiferencia general, de que España se encontraba en una grave crisis política y de que no había más salida que crear un partido político nuevo que hiciera frente a la misma y abogara por una regeneración de la democracia y de sus instituciones. Ese pequeño grupo de ciudadanos inicial ha ido incrementándose, y así en las elecciones generales de noviembre de 2011 el partido nuevo, UPyD, alcanzó más de 1.140.000 votos, doblando ya ese número actualmente según todas las encuestas.
Ese crecimiento meteórico ha sido posible porque en el año 2008 España entró en una profunda crisis económica que ha abierto los ojos a una creciente parte de la población española sobre la existencia de esa previa crisis política que favoreció la económica y que dificulta su superación. En el año 2007 en España había tres grandes burbujas: la inmobiliaria, la financiera y la burocracia política. Actualmente las dos primeras burbujas ya han explotado y cada vez más ciudadanos son conscientes de que la tercera burbuja es imprescindible que explote para poder superar tanto la crisis económica como la política. Los partidos políticos viejos se resisten a que explote porque es tirar piedras contra su propio tejado, pero tarde o temprano el clamor ciudadano creará una nueva y distinta mayoría política que acabará con esa inmensa burocracia política y reformará la estructura institucional de España como paso imprescindible para regenerar nuestro sistema democrático.
Pues bien, en Europa nos encontramos en una situación parecida. Hace ya unos años que la UE padece una crisis política, recordemos el fracaso que supuso la no aprobación de la Constitución Europea, pero no ha sido sino hasta el estallido de la crisis económica en Europa y la constatación de la debilidad del proyecto de unión monetaria, cuando los ciudadanos europeos nos hemos concienciado de que a la evidente crisis económica le precede la crisis política de la UE. Si alguien dudaba de la misma, la crisis chipriota desencadenada esta semana pasada le habrá convencido del calado de esa crisis política. Que un país que representa mucho menos del 1% de la población y del P.I.B. del conjunto de la Unión haya puesto en duda la viabilidad del euro pone de manifiesto la ausencia de unas instituciones capaces de gobernar Europa.
Hoy parece evidente que hay que introducir profundas reformas en la estructura institucional de la UE, de tal forma que se logre una Europa más integrada y más democrática. Para ello habrá que dar más poder a las instituciones que representan los intereses del conjunto de la UE frente a los intereses de los distintos Estados miembros que la integran (lo que supondrá luchar contra los nacionalismos existentes: ¿hasta cuando tendremos que soportar a los nacionalismos, esos movimientos reaccionarios, casposos, castrantes?, ¿Cómo es posible que visto lo visto en el pasado siglo XX aún haya gente que se declare nacionalista y no le dé vergüenza?) y acercar las instituciones europeas al ciudadano, por ejemplo dando mayor relevancia y poder al Parlamento Europeo, o quizá eligiendo mediante votación del conjunto de los ciudadanos europeos a un Presidente de la UE.
En todo caso creo que hay que ser optimista, pues tanto la crisis política de España como la de Europa considero que no son sino crisis de crecimiento; se han quedado estrechos los trajes que en su momento se hicieron y ahora toca hacer, con ilusión y sin complejos, con esperanza y sin prejuicios, nuevos trajes que se adapten mejor a una España más madura democráticamente y a una Europa necesariamente más unida en un mundo globalizado.