Miguel Ángel Cerdán. Profesor de Secundaria.
Un espectáculo lamentable. Un espectáculo obsceno y nauseabundo. Eso es lo que nos ofrecen habitualmente los partidos políticos españoles con sus cierres de filas, con sus adhesiones inquebrantables a los jefes y jefecillos, como recientemente hemos podido ver en el caso de Bárcenas y el desayuno de Cospedal, o en el caso del PSOE en Ponferrada. Después se preguntan por la desafección creciente de los españoles, se cuestionan las causas que han llevado a los españoles a admitir, según el CIS, que los partidos políticos son el tercer problema que más nos preocupa. Simplemente tienen que mirar esas nauseabundas “prietas las filas” a las que están tan acostumbrados; esas “prietas las filas” que inciden en la absoluta “selección negativa” que poseen los partidos para captar a sus dirigentes y cargos y que es la responsable, por ejemplo, de que sólo dos concejales del PP hayan dimitido para mostrar su desacuerdo por el escándalo Bárcenas o los brutales recortes propinados por el Gobierno. Claro que en su momento, en el PSOE, con el ínclito ZP, tampoco tuvo nadie la dignidad de irse a su casa en señal de protesta por su nefasta gestión y sus recortes. Así le va al PSOE, por ejemplo. Así le irá en breve al PP.
Lo que está ya meridianamente claro es que las listas abiertas y la limitación de mandatos no pueden esperar más. Se deben abrir paso aquí y ahora. Es la única forma de que por una parte, con las listas abiertas, sean los ciudadanos y no la partitocracia los que tengan voz y voto, los que sean protagonistas de una verdadera democracia. Y por otra, con la limitación total de mandatos, de que se tenga la total seguridad de que los políticos o aspirantes a políticos han venido a servir y no a servirse. Y ojo, eso que se debe iniciar con los partidos políticos y las elecciones ciudadanas, también debe extenderse al mundo sindical y a las elecciones sindicales; no es de recibo que haya “liberados” sindicales desde hace más de veinte años y que sea la cúpula sindical quién elija a los representantes de los trabajadores. La ley de transparencia debe ser para todos, para políticos, patronal y sindicatos. Y también para el Rey. Y la máxima transparencia es devolver la palabra a los representados, al pueblo. De lo contrario querrán llamar Democracia a lo que no lo es. Y ya es hora de que lo sea.