Rafa Cerdá Torres. Abogado.
No sé ustedes, pero no tengo sensación alguna que exista un cierto movimiento, que permita anticipar la finalización de esta crisis brutal, que nos atenaza desde hace demasiado tiempo. Si bien es cierto que los indicadores económicos a gran escala (mejor no mencionar la pequeña económica doméstica, caracterizada por verdaderos malabarismos para llegar a fin de mes) no presentan los niveles dramáticos de unos meses atrás (¿se acuerdan del número de veces que se citaba el peligro de la intervención por la Unión Europea a lo largo del día?), el marasmo social de millones de personas rozando el peligro de no poder subsistir en su día a día, y el bloqueo de unos aparatos políticos empeñados en hablar de todo, menos de la realidad de la gente, amenaza con soluciones más peligrosas que los propios problemas a los que nos enfrentamos.
Con ello me refiero a los peligrosos discursos populistas, vociferados por la izquierda como por la derecha, escondidos en Plataformas, Asambleas y asociaciones de apariencia muy social, pero con un propósito en absoluto congruente con el discurso que manejan. La extrema derecha y la extrema izquierda se tocan en un mismo objetivo: anular la libertad en todas sus facetas, desde la individual hasta la capacidad de libre organización política de un sistema representativo.
Todo tiempo y época responde a unos problemas concretos, en nuestro caso afrontar la mayor crisis desde la II Guerra Mundial, sin embargo el deber de velar por un sistema democrático fuerte y basado en la confianza de las sociedades, tiene que ser constante y sobre todo, eficaz, honesto y responsable. Ojo pues con las aparentes soluciones reformadoras y anti sistema, que en lugar de modernizar los sistemas democráticos, acaban con ellos.
¿Soluciones? El trabajo duro, la responsabilidad individual y el rigor en todos los ámbitos de la vida pública. Si no queremos ser un tiempo muerto, las generaciones que compartimos este inicio del nuevo milenio debemos fortalecer el mejor legado: la capacidad de ser libres. La Historia de Europa nos ha dado ejemplos muy gráficos del alejamiento de una sociedad democrática: el nazismo y los regímenes comunistas. Y más recientemente, en los años 90, los desmanes nacionalistas cometidos en la Guerra de los Balcanes.
Son tiempos muy duros pero el reto justo consiste en superarlos. No dejarse engañar con aquellos que hablan, pero no respetan. Discursean pero no arriman el hombro. Su trayectoria se encuentra jalonada de cadáveres.