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martes, 29 de abril de 2025 | Última actualización: 01:51

Vergüenza

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Rafa Cerdá Torres. Abogado.

Cuanta verdad encierran las palabras del Papa Francisco: "Vergüenza siento ante la indiferencia de Europa"...las decenas de muertes de ciudadanos etíopes y eritreos a bordo de un destartalado buque lleno hasta los topes, y en condiciones más que miserables, provocó el estallido de la tragedia frente a las costas de la isla italiana de Lampedusa, cerca de Sicilia.

La inmigración, en circunstancias como las que han ocurrido, deja de ser un fenómeno social para convertirse en una verdadera tragedia. Cada año, millones de personas intentan lo imposible para dejar atrás sus países de origen  en busca de una vida mejor en Occidente. Una múltiple combinación de guerra, pobreza, SIDA, racismo, conflictos étnicos, desigualdad de género, y demás calamidades humanas, privan a todo un continente de la posibilidad de asegurar una vida digna a sus habitantes.

África se encuentra en la encrucijada de alcanzar un equilibrio entre alcanzar un adecuado desarrollo político y económico y proveer de los mínimos recursos vitales a amplísimas capas de población, alejadas en la actualidad de una estructura pública que asegure educación, sanidad y alimentación. El continente africano se ha transformado en el gran reto de los albores del nuevo milenio, si la comunidad internacional genera los mecanismos de cooperación necesarios, y dentro de una plena igualdad entre los distintos países, quizás se alumbre una esperanza para millones de personas con una esperanza de vida que no llega a los 35 años.

Sin embargo, junto a extensos discursos y grandes proclamas cuajados de buenas intenciones, subyace una realidad diaria en nuestras fronteras que son alcanzadas por personas carentes de todo excepto de su miseria. Está claro que Europa no puede dar acogida a todos los que pretenden introducirse en ella, sostener lo contrario sencillamente es caer en la más pura demagogia. El problema es amplio y requiere ponderar un amplio espectro de factores: culturales, económicos, demográficos, medio ambientales, sociales, etcétera.

Pero no podemos dejar de mirar hacia otro lado cuando tragedias como la acaecida en Lampedusa tiene lugar, Europa debe hacer algo más que reforzar la seguridad de sus fronteras. No son mercancías de contrabando lo que pretende penetrar en la Unión Europea, son personas,  cuya única diferencia con nosotros es su lugar de nacimiento. Si su destino sólo genera nuestra indiferencia, sus cadáveres ahogados son el mejor reflejo de nuestra propia desvergüenza.