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jueves, 21 de noviembre de 2024 | Última actualización: 19:57

Royal baby

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Rafa Cerdá Torres. Abogado.

Instalados en el fuerte calor de este mes de julio que afronta su recta final, la pequeña y gran política comienza a dar signos de hartazgo, frente a una sociedad más ocupada en buscar un hueco de sombra fresquita, que en calibrar las consecuencias de la no nata moción de censura con la que nos amenaza el líder de la oposición, o sorprenderse del mutismo denso y contundente en el que se sitúa el Presidente del Gobierno, sordo a cualquier insinuación de comparecencia pública. Evitando caer en la tentación de disertar sobre la total incoherencia entre los discursos que esgrimen nuestros políticos, y la práctica de sus actos, las altas temperaturas me llevan fijar mi atención en un tema absolutamente intrascendente y con escasa influencia en nuestro devenir patrio. Me refiero claro está a dos eventos de cariz monárquico acaecidos durante esta última semana.

El primero de ellos es la entronización del nuevo rey Felipe I de Bélgica, tras la abdicación de su padre Alberto II. Difícil reto tiene el recién estrenado soberano frente a la opinión pública belga, cuya opinión reflejada en distintas encuestas, no arroja un grado de apoyo muy alto al nuevo rey. Goza sin embargo Felipe I de una baza importante delante del escepticismo popular al que se enfrenta, el sólido prestigio que como institución la Corona Belga posee en un país con lazos de unión cada vez más débiles entre valones y flamencos. Un calco de lo que ocurre aquí....con un Monarca bastante limitado en el plano físico y sin el poder de aunar consenso nacional de aprobación en torno a su persona, Juan Carlos I tiene un sentido histórico de su papel muy arraigado, y espero pues que siga los pasos de su compadre belga y deje paso a una nueva generación, si no desea que la Monarquía sea un capítulo cerrado en la Historia de España. La Corona si desea sobrevivir, debe ser siempre una solución al estilo belga (elemento de unión y encuentro) y no un problema (sospechas sobre actuaciones de sus miembros y alejamiento de la ciudadanía al estilo español).

Y por último, el inminente parto de la princesa Catalina de Inglaterra, con una cobertura mediática tan alta que dan ganas de salir del Reino Unido para alumbrar a la criatura con cierta tranquilidad. Intereses de medios de comunicación aparte, la sociedad británica espera con cierta alegría el nacimiento de un niño o una niña que en el futuro se puede convertir en su Jefe de Estado. Isabel II tomó buena nota de la crisis que sacudió a la Institución en el año 1997, cuando murió Diana de Gales, los integrantes de una Monarquía sólo justifican su existencia si saben responder a las expectativas de sus ciudadanos, así como desarrollar una política de transparencia en todo lo que tenga que ver con las actividades de la Familia Real. El presupuesto público destinado a la Corona se detalla minuciosamente, con explicación de cada partida de gasto. Una situación completamente alejada de la española, donde la aplicación de una todavía inexistente Ley de Transparencia puede arrojar algo de luz...

Como ven son dos hechos que no inciden en nuestras vidas, pero que a veces, suponen un poco de sombra fresquita frente a tanto calor. Feliz verano.