Rafa Cerdá. Abogado.
Pobres de nosotros, los sufridos contribuyentes. En breves fechas se estrena la enésima edición del programa ‘Gran Hermano’, sin duda el formato estrella de la mediática cadena Telecinco; una especie de ‘reality’ retrasmitido de forma ininterrumpida y cuyo único mérito consiste en situar bajo el mismo techo a un grupo de heterogéneos individuos e individuas.
A ser posible que sean y se comporten todos ellos como unos histriónicos, persiguiendo el conflicto más absurdo y la controversia puramente artificial. Objetivo declarado: generar morbo, captar la atención de un audiencia ávida de emociones ‘fuertes’ (a ser posible con griterío por medio), y ¡alehop!, audiencia asegurada. Si quieren contemplar una exhibición de nadería entendida como espectáculo, sintonicen el programa de marras.
¿Pueden llegar a imaginarse semejante intento de algarabía artificial proyectado al ámbito de la cosa pública de esta España nuestra?...cónclave de políticos con intereses totalmente contrapuestos entre sí, foco mediático permanente, toneladas de opinión publicada, televisada y radiada, análisis para todos los gustos, y sobre todo, mucho pero que mucho ruido. Griterío. Manifestación. ¿Les va sonando? De fondo la palabra de moda: referéndum. Dichoso término que reiterado hasta la extenuación, sintetiza el órdago independentista con el que nos machaca el Gobierno de Carles Puigdemont. Independencia sí. Independencia no. El derecho a decidir por aquí. La República Catalana por allá. Ahora interviene el Tribunal Constitucional. Ahora la Fiscalía.
Bufffff
No me negarán que la cuestión de la independencia de Cataluña se ha convertido en el ‘Gran Hermano Nacional’; una especie de mega retrasmisión perpetua del mayor desafío político e institucional que afronta España desde 1975, con el fin de la Dictadura franquista. Todos los problemas que preocupan al común de los mortales (generación de empleo, acceso a un puesto de trabajo en condiciones dignas, óptima calidad de los servicios públicos tales como sanidad y educación, etcétera) son absorbidos por una vorágine que sube de intensidad a medida que se acerca el domingo 1 de octubre, fecha de la convocatoria a una pretendido plebiscito del que nadie es capaz de asegurar nada. Salvo una cuestión: su legalidad.
Tanto el Tribunal Constitucional como el resto de instituciones estatales (e internacionales al estilo de la Unión Europea por boca del Presidente de la Comisión) han explicado por activa y por pasiva, que la ‘gran final’ que el Govern de la Generalitat ha montado a su ‘Gran Hermano’ particular es cualquier cosa, menos legítima con el orden constitucional vigente, y con los tratados internacionales que rigen la Unión Europea.
A estas alturas del circo, poco podemos hacer la ciudadanía, aparte de esperar a los tiempos electorales, y en ese momento, otorgar con nuestro voto la conformidad al comportamiento de cada fuerza política durante todo este guirigay. Hasta entonces a sufrir, más que un ‘Gran Hermano’, un gran coñazo. Paciencia, y de la buena.