Javier Más Torrecillas. Doctor y profesor de Historia Contemporánea de Universidad.
Pues sí. Castellón ha salido en los periódicos de toda España. No está mal. Mucho dinero hubieran tenido que pagar los políticos por semejante eco social. Pero no, parece que ha bastado una escultura rota, dicen que por el viento, para estar en los tabloides. Claro que, de rebote, también ha salido su autor, Juan García Ripollés. Y por supuesto se ha aprestado a decir que la culpa de la desgracia no es suya, sino del ingeniero. Y todo arreglado. Chin pum, se acabó. Imagen limpia ante toda España.
Cuando uno andaba el otro día por la circunvalación y vio la enorme mano caída en la rotonda, lo primero que le vino a la cabeza es: Menudo desastre¡¡¡ Cual imagen de la España actual, la riqueza y la grandeza que quisimos tener hace tan sólo cinco años estaba tirada por el suelo, rota, caída, ante la mirada resignada de los castellonenses. Pero el desastre no es del autor, recuerden, es de otro. Ni del político, ni del autor, ni de nadie. Es de todos. Porque todos hemos encumbrado, por acción u omisión, esos aires de grandeza, previo cuantiosos pagos, claro está, que nos han llevado de bruces al suelo. Pero quizás eso sea materia de reflexión de otro día.
Cuando vi la mano tendida en el suelo, decía antes, me vino a la cabeza la imagen de Leonardo da Vinci. No, no, ni se me ocurre compararlo con un tal Ripollés, por favor. Pero recordé los años que se tomó el genio para llevar a cabo la gran estatua ecuestre de Ludovico Sforza. Años, sí. Años de estudios, de bocetos, de cálculos, … Porque el genio lo calculaba todo. Años en los que no recibió ni un euro por esos estudios y que, finalmente, no vieron la luz. Hasta estaba preparado el bronce, 70 toneladas ni más ni menos. La escultura ecuestre más grande de la época, el doble que la de Donatello. ¡¡y no se ejecutó ni se cobró!!. Lo primero que tuvo en cuenta el genio fue la estabilidad del caballo de metal. ¡!Lo primero¡¡. Porque, como todo el mundo sabe, cuanto más alto es un objeto, más inestabilidad adquiere.
Pero parece que nuestro geniecito, que sí cobra por sus esculturas, cuantiosamente, no tuvo en cuenta esta circunstancia. Porque sí, es verdad, viento hizo, y mucho, muchísimo. Pero no hace ni seis años que Castellón estuvo presente en todas las aseguradoras del país por vientos y rachas de casi 180 kilómetros por hora, levantando tejas y destrozando pinos en el Pinar del Grao. ¡Menudo viento era ese, Ripollés!. Pero nada, la culpa es del ingeniero. Por cierto, si los aires temáticos son de Miró, los cálculos del ingeniero de turno, el dinero de las instituciones, el montaje de los obreros, … que queda para el artista?. Ah, sí, el pañuelito.