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viernes, 22 de noviembre de 2024 | Última actualización: 22:28

Huida hacia adelante

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Pedro Tejedo. Abogado.

La caída en la consideración por parte de la ciudadanía de los dos grandes, hasta ahora, partidos políticos es un hecho que ha ido produciéndose paulatinamente durante los últimos años, y que se ha acelerado desde las últimas elecciones generales de noviembre de 2011.

Un mero repaso de los datos objetivos da fe de ello: en las elecciones generales de marzo de 2008, la suma de PP y PSOE, ya conocidos como PPSOE, obtuvo 21.567.345 votos, lo que suponía el 83,81% de los votos emitidos y 323 escaños. En las elecciones generales de noviembre de 2011, el PPSOE obtuvo 17.870.077 votos, que suponían el 73,39% de los votos emitidos y 195 escaños, esto es, en 3 años y 8 meses perdió 3.697.268 votos, un 10,42% de los votos emitidos y 28 escaños.

En los últimos días se han publicado 4 encuestas electorales realizadas por el CIS y por los diarios El Periódico, El País y El Mundo. Es evidente que una encuesta electoral no tiene el valor objetivo que unas elecciones, y menos cuando las encuestas se realizan a casi 3 años de la celebración de aquéllas. Pero hecha esta necesaria precisión, es evidente que cuando las 4 encuestas se mueven en unos resultados parejos sí que sirven, al menos, para constatar tendencias. Si realizamos una media aproximada de las cuatro encuestas el resultado sería que el PPSOE alcanzaría alrededor del 60% de los votos, es decir, que en sólo 14 meses habría descendido desde el 73, 39% de los votos emitidos hasta el 60%.

Como es obvio, ese descenso coincide con el aumento de las otras dos formaciones políticas de ámbito nacional, IU y UPyD. No obstante, la formación que realmente preocupa al establishment político es UPyD, pues por su carácter transversal tiene un techo electoral casi ilimitado al provenir sus votantes, además de la abstención y del voto en blanco, de antiguos votantes de los dos, hasta la fecha, grandes partidos. Por otra parte, UPyD es temido no solo porque se encuentre fuera del establishment sino porque nació para, entre otras cosas, acabar con el mismo, devolviendo el poder a las instituciones democráticas actualmente colonizadas por los partidos políticos.

Ante ese panorama, el PPSOE va a tratar de frenar en seco su caída y para ello acudirá a la vieja fórmula del pasteleo, que recibirá algún nombre pomposo y tendrá la consideración de Gran Pacto de Estado. En ese acuerdo tratará de incluir a sus amigos, los partidos nacionalistas e IU, y contará con el apoyo tanto de los medios de información bajo su influencia, es decir, casi todos, como de la oligarquía económica que los financia, legal e ilegalmente. Dicho pacto será necesariamente de vuelo alicorto y supondrá un cambio al modo descrito por Lampedusa en su genial obra El Gatopardo”, esto es, que parezca que todo cambia para que todo siga igual.

Ese Pacto de Estado, obviamente, contendrá algunas medidas valiosas, especialmente aquellas que ya se repiten como clichés, que suenan muy bien al oído pero que son de escaso calado, supondrá una cierta mejora de la situación actual y se venderá como una auténtica salida de la crisis política en la que nos encontramos pero, en definitiva, no será sino una huida hacia adelante, pegar una patada al balón para que la crisis definitiva se posponga un tiempo, no mucho, pues son incapaces de tener un proyecto que vaya más allá de tres o cuatro años.

¿Volverá el PPSOE a engañar a la ciudadanía? Pues, sinceramente, no lo sé. En primer lugar porque para que el pasteleo triunfe ha de haber pasteles que repartir y actualmente escasean. En segundo lugar, creo que la ciudadanía ya se ha dado cuenta de que los intereses del PPSOE y los suyos son antagónicos y que ese Pacto de Estado en realidad no es más que un pacto para salvarse ellos.

Las reformas que necesita la democracia española pasan, necesariamente, por un cambio en la estructura institucional del Estado, donde desaparezcan las duplicidades y triplicidades, y donde determinadas competencias lo sean del Estado, privando de esa manera al PPSOE de todo el enorme poder que para ellos supone el actual modelo. En definitiva, el cambio que se necesita solo lo puede hacer el PPSOE si se hace el haraquiri, y no parece estar por la labor.

Una última consideración. Desde el establishment se nos dirá que cambiar el actual statu quo puede suponer que lo que lo sustituya pueda ser peor. A ello hay que contestar que es verdad, pero que sólo es una verdad a medias, y de ello tratará un próximo artículo.