Guillermo Miró. Ingeniero Industrial.
El otro día tuve una de las reuniones “divertidas” con mis amigos. Las llamo divertidas porque nos dedicamos a hablar de las últimas tendencias en tecnología y planteamos posibles alternativas de negocio y de aplicaciones novedosas. La última reunión versó sobre la tecnología de la que hoy vamos a hablar, y que cada vez más suena con más fuerza en los medios de comunicación. Evidentemente, estoy hablando de las impresoras 3D, y las posibilidades que tienen son inmensas. En relativamente poco tiempo podremos imprimir unos zapatos completamente exclusivos y adaptados a nuestro pie para una ocasión especial o una pieza de la bici que se ha roto, todo esto de manera rápida y barata.
La definición exacta de una impresora 3D es la de un dispositivo capaz de generar un objeto sólido tridimensional mediante la adición de material, contrariamente a los métodos de producción tradicionales que generan formas a partir de la eliminación de exceso de material. Explicado más claramente, esta tecnología funciona como el proceso de montado de una tarta, piso a piso. Sobre una base se “pinta” la primera capa del modelo, por ejemplo mediante polvo de plástico derretido por láser, aunque existen diferentes materiales y formas de hacerlo. A continuación, la plataforma baja esta capa y sobre ella se vuelve a pintar otra capa, y así hasta que la pieza se completa. Esta manera de montar permite conseguir geometrías complejas e incluso piezas huecas en el interior. Evidentemente las impresoras 3D se basan en modelos 3D para definir qué se va a imprimir. Un modelo no es más que la representación por ordenador de lo que vamos a imprimir mediante algún software de modelado
En el entorno de la fabricación se dice que ha sido el último gran avance, similar a la invención de la fabricación en cadena desarrollada por Henry Ford. Las impresoras 3D básicamente se crearon para el diseño de prototipos rápidos para la industria. La tecnología que ahora se usa en las impresoras comerciales salió del MIT (Massachussets Institute of Technology), uno de los centros de investigación más importantes de EEUU. Dos investigadores implicados en diferentes investigaciones sobre la impresión 3D durante los años 90 formaron una pequeña empresa que posteriormente fue absorbida por un gran multinacional que desarrolló el proceso. Hoy en día existen incluso máquinas de código abierto que se han desarrollado mediante crowdfunding.
Aunque hasta hace unos años la tecnología era ciertamente prohibitiva, hoy en día por unos pocos cientos de euros puedes tener la máquina funcionando en casa. Por lo tanto, solo nos queda imaginar todo lo que podría prepararse uno mismo en casa. Ahora mismo es una tecnología con aplicación real en automoción, diseño de calzado, arquitectura, medicina (imprimiendo hígados o imprimiendo prótesis, por ejemplo), educación o topografía entre otras. Pero en breve, será posible tener un artilugio en casa con el que se pueda fabricar ese tornillo que se ha roto o esa pieza imprescindible para que el salpicadero del coche no se caiga, entre otras múltiples ideas.
Desarrollos como éste posibilitan el acceso a todo el mundo a la libertad de fabricación, y por tanto a la libertad de ideas. Como siempre, comentarios abiertos para sugerencias, ideas… Hasta la semana que viene.