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viernes, 22 de noviembre de 2024 | Última actualización: 22:28

Serendipia

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Guillermo Miró. Ingeniero Industrial.

Leyendo una lista de libros de ciencia para regalar en estas fechas señaladas, llegué a una reseña sobre uno que me llamó mucho la atención, por el fenómeno interesante y curioso que allí comentaban. Coincidiendo con una conversación realmente animada sobre el papel de las casualidades en la trayectoria profesional, apareció la palabra serendipia. Aunque la mayoría de la gente la conoce por la película de corte amoroso del mismo nombre en inglés ‘Serendipity’, el término que hoy tratamos habla de cómo el azar ha realizado grandes descubrimientos para la humanidad, pudiéndose considerar casi un científico más.

La definición oficial de serendipia es la de un descubrimiento científico afortunado e inesperado que se ha realizado accidentalmente. La palabra fue acuñada por Horace Walpole, político y escritor británico, inspirándose en un cuento sobre unos príncipes de la isla Serendip que encontraban la solución a sus problemas a través de increíbles casualidades. Así, el proceso de serendipia se produce por un cúmulo de casualidades, y es un proceso fortuito que el usuario no realiza de forma consciente sino por casualidad, coincidencia o accidente.

El primer caso histórico de serendipia, aunque puede ser un mito, es el de Arquímedes y su descubrimiento de la fuerza de empuje, que hace flotar a los barcos. En el año 260 a.C. el Rey encargó al científico griego medir el volumen de su corona, y con ello saber si era de oro puro o una mezcla. Un día yendo a los baños, al sumergirse en el agua, se dio cuenta de que esta aumentaba la misma cantidad que su mismo volumen. Su alegría fue tan fuerte que salió desnudo gritando "¡Eureka!", lo cual significa "lo encontré" en griego. Así, pudo descubrir si el rey había sido engañado.

Sin embargo, el caso más famoso de la serendipia científica sea el de Alexander Fleming. Fleming era un científico que estaba investigando sobre cultivos de bacterias, y en los últimos días de verano de 1928, Fleming por alguna razón olvidó guardar sus cultivos en las estufas. Cuando regresó, observó que las esporas de un hongo de otro compañero científico se habían extendido por todo el laboratorio y que su experimento había quedado cubierto por este. En ese momento, no supo con claridad lo que acababa de encontrar, pero sí se paró a analizarlo. Así, se dio cuenta de que el hongo había liberado una sustancia que había “matado” a las otras bacterias. Este hecho iba a cambiar toda la historia, había descubierto el penicillium notatum,  uno de los antibióticos más utilizados por la humanidad, y que salvó tantas y tantas vidas durante la Segunda Guerra Mundial.

La representación molecular del benceno, los rayos X, las notas Post-it… Existen un montón de ejemplos que demuestran el papel de la casualidad en algunos descubrimientos. Sin embargo, es importante señalar la actitud de los científicos que tuvieron relación con estos descubrimientos, y es que fueron lo suficientemente curiosos e inteligentes para interpretar  la casualidad y trasladarla a su problema, que no todo fue caer del cielo la solución. Ser curioso y preguntarse el porqué de las cosas es una actitud muy positiva que puede llevar a descubrir serendipias cada día. Como siempre, comentarios abiertos para dudas, opiniones… Hasta la semana que viene.