Hace unos meses estuve con una empresa que me pidió ayuda para mejorar los problemas que tenía con su equipo. A la alta rotación y el abandono de buena parte de la plantilla, se unía una caída de la productividad y una clara falta de compromiso de la plantilla, que se traducía no solo en un mayor absentismo, también en un aumento de los errores hacia sus clientes.
Cuando conocí al “presidente” de dicha empresa entendí cuál era el problema. Supuestamente yo estaba allí para ayudarles en la labor de afianzar la confianza y el compromiso de sus empleados. Sin embargo me bastaron unas pocas palabras con él, para comprender que lo que realmente buscaba eran autómatas que no padecieran ni sufrieran. Solo obedecieran y punto pelota.
Aquella persona tenía conocimientos y experiencia suficiente para ofrecer mucho, pero no quería cambiar. De hecho no creía en mis propuestas y cuestionaba todo. ¿Qué haces en mi empresa? ¿Qué me vas a enseñar tú a mí? El problema es que su equipo directivo mucho más consciente de la importancia de cambiar el estilo de liderazgo, me contrató a sus espaldas. En el fondo había “miedo” a decirle que necesitaban ayuda. Un miedo que se extendía por toda la organización. Y allí donde hay miedo no puede haber confianza. Elemento clave para hacer un buen equipo.
Antes de despedirme de ellos y darles mi opinión de cuál era el problema y algunos consejos para paliar el problema, me pidieron que les ayudara a cambiar a esta persona. Creían que yo podría ayudarles a hacer ese trabajo que les resultaba imposible. Fue entonces cuando les hablé de la importancia del “Querer”, “Saber” y “Poder” hacer, elementos esenciales para el éxito.
El saber y poder habitualmente está relacionado con los conocimientos y habilidades que son esenciales y que se pueden trabajar. Sin embargo si una persona no quiere cambiar, olvídalo. Muchas personas solo cambian cuando están entre la espada y la pared y algunas ni eso. Si la motivación es baja y además no ven un problema, no hay nada que hacer.
Mi abuelo tenía un refrán para la gente que era “cabuda” (cabezona) y era: “Net llavar-li el cap al ruc és malgastar sabó i el teu temps“ (Nieto lavarle la cabeza al burro es desperdiciar jabón y tu tiempo). Pues eso, que es imposible ayudar a alguien que no se deja ayudar. Por eso siendo honesto y transparente con ellos, lo siento pero no puedo ayudaros en lo que me pedís. De todo corazón les deseo mucha suerte y ojalá algún día el señor presidente de esta empresa, decida cambiar. Solo el tiempo lo dirá o quizás no.
Y tú, ¿te dejas ayudar?