Un piso compartido representa otra forma de vivir, es una nueva experiencia, sobre todo en el extranjero.
Laura Calles/ Castellón Información
Cada año cientos de estudiantes comparten piso en Castellón. Son personas que estudian en la universidad, que proceden de otros municipios, de otras provincias... pero también los hay que comparten una vivienda en un momento de sus vidas por obligaciones laborales o de estudios, y que proceden de países diferentes. Este es el caso que se cuenta en este artículo; el de una estudiante francesa que pasó dos meses en un piso compartido en Castellón, para poder hacer sus prácticas de periodismo. Un reto personal pero también, una experiencia enriquecedora.
Gracias a Erasmus y a unos convenios de colaboración entre Universidades, la movilidad de los estudiantes se facilita y suscita la inmersión de estudiantes en otros países, el aprendizaje de otro idioma. Es un enriquecimiento personal y cultural que es cada vez diferente según el país, la gente… Los compañeros de piso son un factor importante para caracterizar la experiencia. Así que aquí se trata de descubrir como es la vida en comunidad.
El primer reto es encontrar piso. Un piso compartido para poder compartir el precio de alquiler con personas de diferentes nacionalidades, con usos y costumbres diferentes, a los que no se ha visto nunca antes... y luego, ser capaz de entretejer los lazos, establecer los recursos para poder mantener esa convivencia necesaria y sacar provecho de ella.
Vivir en un piso compartido puede parecer más agradable que vivir solo... o sola, aún más cuando eso pasa en el extranjero, porque es un medio para encontrar nuevas personas. Al mismo tiempo eso ayuda para practicar la lengua y progresar porque es obligatorio practicarla y escucharla. Es un intercambio cultural y, sobre todo, cotidiano. Se pueden encontrar diferentes pisos con una diversidad de nacionalidades increíble, por ejemplo, española, francesa, italiana, colombiana, alemana y mexicana.
Vivir en comunidad es, ante todo, una cuestión de adaptación. Cada uno tiene un ritmo de vida diferente según su cultura, sus costumbres, sus estudios o sus horarios de trabajo y puede ser complicado entender a una persona que no funciona igual que uno mismo.
Y la dificultad es creciente según el número de personas que viven en el mismo piso porque al haber más inquilinos, obliga a adaptarse a diferentes costumbres y formas de ver la vida.
El hecho de adaptarse siempre a los demás se puede considerar como una falta de libertad. Por una parte lo es, porque la libertad de uno se acaba cuando empiece la de otra persona.
Por otra parte, los demás representan un apoyo para facilitar la integración en el nuevo país, tanto los que vienen de fuera porque quieren descubrir también que los de aquí que están orgullos de su ciudad y de su provincia.
Vivir en un piso compartido es compartir casi todo
No solo hay que adaptarse sino también compartir; compartir la comida, a veces, si alguien no tiene para comer; compartir la compra de productos para limpiar; compartir las tareas domésticas; el abono del alquiler…
El hecho de compartir la comida, cuando los usuarios proceden de nacionalidades diferentes, es un verdadero reto, pero enriquece mucho la forma de ver y tomar la vida.
Hay gente que solo calcula el coste más barato para un piso compartido. Es verdad que es más barato, pero hay que estar preparado a vivir esta experiencia que puede estar considerada como fuera de lo común. La vida en el piso debe funcionar como un sistema en el que las personas se ayudan mutuamente. Este sistema pide cierta organización y cierta confianza.
También hay que respetar la vida social con los demás; porque cada uno vive en su zona o puede considerar el espacio como una oficina, o como un lugar de reposo cuando retorna a casa. todo eso plantea situaciones muy divergentes. Eso, se puede considerar como un punto a la vez negativo y positivo, porque a veces la gente necesita momentos de soledad, sin nadie alrededor... y al revés, a veces s que comparten el piso pueden necesitar sentirse arropados por sus compañeros. Esta consideración cambia de persona a otra, según los caracteres y las personalidades.
Compartir no se limita a utilizar los mismos objetos materiales, cosas concretas. Es un todo que también se extiende a los sentimientos, las risas, sonrisas, bromas, broncas, miradas… Eso incluye la creación de relaciones como amistades y se crean recuerdos de todo tipo. En todo caso, se trata de una nueva experiencia que depende de las personas encontradas y de las relaciones creadas.
Una experiencia que se convierte en aprendizaje
Como en cada experiencia, se guardan recuerdos especiales. Vivir en un piso compartido es aprender a vivir de otra forma; es aprender a evolucionar y es aprender a conocerse y a conocer los otros, o sea, a mejorar sus relaciones. Así que cada uno saca sus propias lecciones de una experiencia así. No se puede comparar con la vida en familia porque hay que hablar de cierta forma para pedir algo y es una forma de conocer las personas desconocidas de manera más cercana y más rápida, porque vivir junto a alguien implica conocerlo en su intimidad y no en su trabajo o en sociedad. Vivir juntos es relacionarse de manera diferente.
&.- La autora de este artículo, es una estudiante de 19 años, de la Universidad de Toulouse, que pasó dos meses, mayo y junio en Castellón, para poder hacer prácticas de periodismo en Castellón Información. Tal como cita, tuvo que buscar piso, llegó a una ciudad desconocida y se integró en un trabajo y con unos compañeros de alquiler a los que no conocía de nada antes de venir aquí.
Una vez terminada la experiencia, Castellón Información puede certificar que es una gran profesional, y que ha sido capaz de contar, desde el corazón, los momentos de adaptación y de convivencia felices, buenos y menos buenos, que ha sido capaz de desarrollar. Castellón Información se enorgullece de haber contado con Laura Calles en su equipo de trabajo.