La historia de occidente está entrando en una espiral esquizoide en que se habla tanto de paz como de guerra, un día de treguas y al siguiente de rearmes. Conviene reflexionar sobre cómo hemos llegado hasta este punto y qué salida podemos encontrar para tal embrollo.
Antes de que llegara Trump al poder, la guerra ruso ucraniana parecía no tener fin, lo que conllevaba un derroche de vidas, de destrucción urbana, con enormes transferencias de armas y de capitales destinados a Kiev y que resultaba muy costosa para Occidente y en especial para los Estados Unidos que cargaban con, aproximadamente, la mitad de todas las transferencias hacia Ucrania.
Desde la llegada de Trump a La Casa Blanca, las dos partes de Occidente -Washington y Bruselas- reaccionaron de forma diferente respecto a la contienda. Trump lo hizo aplicando su visión empresarial, intentando no solo frenar el caudal enviado hacia Ucrania, estimado en unos 500.000 millones de dólares sino también recuperando los fondos transferidos durante el mandato de Biden.
La Unión Europea, que ante la retirada parcial de los EEUU, se quedaba sola, adopta una actitud solidaria respecto a Kiev aunque con posiciones no siempre uniformes en relación al conflicto y también en relación con la actitud a adoptar respecto a la nueva política estadounidense y también a la forma de reaccionar dentro de la OTAN en que la propia delegación norteamericana, siempre dispuesta a liderar la política defensiva occidental, se encuentra ahora mucho más renuente al respecto. Existen también dudas de si la solución ante la nueva situación sea construir una defensa europea, fuera de la OTAN y en paralelo con ésta.
Las consultas y las cumbres se suceden incesantemente. Trump está adoptando la posición de mediador convocando dos encuentros en Riad, ambos presididos desde el flanco americano por el Ministro de Exteriores Rubio, desde el ruso por Lavrov y desde el Ucraniano por Zelenski. El siguiente paso fue una conversación telefónica entre Trump y Putin que, según el presidente americano tuvo un tono constructivo y esperanzador, respecto a una posible tregua, optimismo que deberá ser estudiado y contrastado.
En Europa, ya sea con la iniciativa de Francia o del Reino Unido se encadenan los encuentros digitales o reales para intentar alcanzar un consenso de paz, de conciliación con el aliado norteamericano y buscando soluciones sobre el futuro de la OTAN, la posible construcción de una defensa europea, aumentando significativamente el gasto militar y decidiendo qué vía seguir para lograr una tregua que ponga fin al derroche de vidas humanas y la destrucción en un país europeo, frenando el riesgo de que la agresión rusa se extienda mas allá de Ucrania.
Por el momento no hay consenso en casi ningún punto: ni lo hay respecto a prestar apoyo decidido a Ucrania, ni en aumentar la contribución económica para la defensa, ni en el envío de fuerzas occidentales de interposición.
Y, como era de prever, a escala nacional, el desacuerdo es aún mayor. El Gobierno esta dividido entre el PSOE de mantener una actitud europeísta y por tanto dispuesto a aumentar hasta el 2% la transferencia a la OTAN, alineándose con una posición aun mas ambiciosa de la Comisión Europea. Todos los socios de Sánchez tanto dentro del Gobierno -Sumar- como fuera de él -Podemos, Bildu y los separatistas catalanes, gallegos y vascos, están contra el aumento del presupuesto de defensa, con lo que las únicas opciones para Sánchez son o eludir la consulta parlamentaria donde no conseguiría mayoría -una estratagema ésta que está utilizando repetidamente en los últimos tiempos- o lograr una "gran coalición a la española" entre el PSOE y el PP; una duda ésta que Sánchez esta intentando aclarar en estos días.
Y todo ello sobre el trasfondo de una posible gran mentira: la de que Rusia tiene la intención de seguir la guerra de Ucrania con la incursión de otros países europeos hasta llegar a Lisboa. ¿De verdad lo piensa señor Putin?