Casimiro López Llorente. Obispo de Segorbe-Castellón
Otros años celebramos el Día del Seminario por San José; este año, a causa de la pandemia del Covid-19, ha sido trasladado al día 8 de diciembre, fiesta de la Inmaculada. Este día es una ocasión muy propicia para que todo el Pueblo de Dios tomemos conciencia de la importancia del Seminario Diocesano para nuestra Iglesia. Enel Seminario, el corazón de la Diócesis, germinan y maduran las semillas de las vocaciones al sacerdocio ministerial, y se forman nuestros futuros pastores misioneros.
Ante el general ‘invierno de vocaciones’, ya san Juan Pablo II nos llamó a acoger el cuidado de las vocaciones “con un nuevo y más decidido compromiso por parte de todos los miembros de la Iglesia” (PDV 34d). Es la hora de poner la confianza en el Señor que nos envía a la tarea ineludible de la pastoral vocacional. Toda la comunidad diocesana debería sentirse implicada en esta tarea. A ningún cristiano le puede ser indiferente que niños, adolescentes y jóvenes puedan o no escuchar, discernir y acoger la posible llamada del Señor a ser pastores misioneros; es un camino concreto de ser cristianos, de vivir la llamada de Jesús a todos a ser sus discípulos misioneros.
Toda vocación es un don de Dios. Por ello lo primero es orar con más frecuencia e intensidad por las vocaciones al sacerdocio. Jesús mismo nos dice: “Rogad al dueño de la mies que envíe obreros a su mies” (Mt 9, 38).
Además es necesario que haya familias y comunidades cristianas capaces de suscitar en niños y jóvenes un encuentro personal con Cristo que los enamore y provoque su entrega incondicional a Jesús y a los demás. El Papa Francisco dice que la escasez de vocaciones se debe “frecuentemente a la ausencia en las comunidades de un fervor apostólico contagioso, lo cual no entusiasma ni suscita atractivo. Donde hay vida, fervor, ganas de llevar a Cristo a los demás, surgen vocaciones genuinas” (EG 107).
Y, finalmente, ayudaremos a niños, adolescentes y jóvenes a escuchar la llamada de Jesús, si propiciamos que tengan una vida de oración profunda y constante. Para escuchar esta llamada interior se requieren espacios de soledad y silencio. A pesar del ruido, también ellos son sensibles hoy a esos momentos de silencio y de encuentro personal con Cristo. En estos tiempos de sombras, Dios quiere seguir haciendo brillar su Rostro amoroso y hacer oír su voz que es luz y vida. Los sacerdotes son hoy más necesarios que nunca. La pastoral vocacional y nuestros Seminarios son cosa de todos.