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domingo, 24 de noviembre de 2024 | Última actualización: 14:11

Día del Seminario

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Casimiro López Llorente. Obispo de Segorbe-Castellón

Cada año en torno a la fiesta de san José celebramos el Día del Seminario. Este año lo haremos los días 19 y 20 de marzo. San José es patrono de la Iglesia universal y de los seminarios. Él es el hombre justo, que Dios puso al frente de la familia de Nazaret para cuidar de María y de Jesús. Allí se fue educando y formando el corazón sacerdotal de Jesús. Hoy san José sigue cuidando de los que se preparan para ser pastores al servicio de los hermanos.
Esta Jornada es una ocasión muy propicia para que todo el pueblo de Dios le demos gracias por las vocaciones sacerdotales, nos preocupemos de su formación y pidamos al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies. En sintonía con el proceso sinodal a que nos ha convocado el Papa Francisco pedimos especialmente a Dios que nos conceda Sacerdotes al servicio de una Iglesia en camino.

El seminario es una comunidad educativa en que se forman juntos aquellos que han sentido la llamada al sacerdocio. Su tarea fundamental es acompañar a estos jóvenes en el discernimiento y maduración de su vocación y formándoles para servir al pueblo de Dios. Así como Jesús llamó a los apóstoles para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar (cf. Mc 3, 14-15), el seminario es la comunidad de los llamados por Jesús para estar con él; escuchan su palabra, la interiorizan y se ponen en camino para seguir sus pasos. La vocación es siempre personal, pero madura y se vive en comunidad. La vida comunitaria ha de ayudar a establecer relaciones de fraternidad y de amistad sincera. Así se prepararán para un estilo de ser sacerdote junto con otros sacerdotes. Y esto se aprende en el seminario. Así los seminaristas, una vez ordenados sacerdotes, se sabrán unidos a un presbiterio, llamados a trabajar juntos y a vivir la fraternidad sacerdotal.

Jesús nos dijo además que él “está en medio de nosotros como el que sirve”. Sus discípulos estamos llamados a imitarle. Por eso el sacerdocio solo puede entenderse desde el servicio. El sacerdote es para los demás y toda vocación auténtica es para servir a Jesucristo, a su Iglesia, a la comunidad y a los hermanos. En el seminario, los seminaristas han de aprender a vivir el servicio y a servir a los hermanos. Los intereses egoístas y el provecho propio han de desterrarse y deben dejar lugar al desarrollo de una vocación recibida para ser entregada. Nuestra Iglesia necesita sacerdotes que sean servidores de las comunidades y del resto de los cristianos para que cada uno viva según su propia vocación y carisma, y para que toda nuestra Iglesia sea misionera.

Oremos por el don de nuevas vocaciones y ayudemos a nuestros seminarios.