Noticias Castellón
domingo, 16 de febrero de 2025 | Última actualización: 13:49

Dislates

Tiempo de Lectura: 4 minutos, 39 segundos

Noticias Relacionadas

Jorge Fuentes. Embajador de España

Debemos comprender y admitir que en una democracia hay votantes para todos los gustos y que tan sorprendente resulta a un conservador ver que muchos ciudadanos votan a la izquierda, como lo contrario. Partidos como el comunista, los separatistas o los filoterroristas tienen también sus seguidores y no son pocos. Otro asunto es que el sistema electoral prime a los partidos regionales por encima de los nacionales y que un escaño resulte infinitamente más barato para ERC, PdeCat, PNV o Bildu que para el PP, el PSOE, Vox o Ciudadanos.

En no menos de cinco ocasiones a escala Autonómica, Nacional y Europea, el PSOE de Pedro Sánchez ha conseguido batir a sus principales opositores, en especial al PP.

Para muchos, esas victorias son comprensibles si se tiene en cuenta los valores de la alternancia y el largo y tortuoso gobierno previo de la derecha, la demoledora campaña política y judicial contra el PP y contra Rajoy, así como las promesas que Sánchez trajo en su campaña que se inició con una moción de censura apoyada por lo mejorcito de cada casa.

Que Sánchez consiguiera resituarse al frente de su partido después de haberse visto expulsado de él por sus propios correligionarios, fue un gesto muy meritorio que aun hoy resulta de difícil comprensión.

El nuevo rumbo que enfiló España hace dos años, con el gobierno Frankenstein salido de la moción, prometía el oro y el moro. Principalmente prometía una vida política sosegada y respetuosa (es decir, una oposición narcotizada), con un respaldo absoluto a las instituciones y a la democracia, un apoyo a los casi 20 millones de trabajadores y también a las clases pasivas -menores, jubilados, discapacitados-.

Por desgracia las cosas no salieron bien desde el principio. La imposibilidad de aprobar unos nuevos presupuestos, llevó a repetir elecciones y a la creación de un mega-gobierno de coalición en que hubo que aceptar cuanto Sánchez había asegurado por activa y pasiva, que nunca admitiría, empezando por la colocación de cinco miembros de UP en el Gabinete, entre ellos, Iglesias.

Aquel nuevo gobierno empezó con mal pie ya que desde el primer momento incumplió las promessas de campaña: el respeto a las instituciones y el logro de un ambiente político sereno. Pronto veríamos a nuestra Monarquía contestada y orillada, el sistema judicial sometido, con una Abogacía del Estado y una Fiscalía politizadas y con la separación de poderes puesta en entredicho.

Repasar los seis escasos meses del nuevo gobierno, es enumerar una sucesión de dislates cada uno de los cuales preludiaba ser el fin del mundo, con la exigencia de dimisión de algún miembro del gobierno, si no de todo él en su conjunto, pero que acababa en agua de borrajas, con el disparate olvidado y ocultado por el siguiente escándalo.

El Presidente debió prometerse después de su efímero primer gabinete en que cesó a dos ministros -Huertas y Montón-, que se lo pensaría muy mucho antes de cesar a nadie más, consciente del debilitamiento que aquello representaba para el conjunto del gobierno.

Partiendo de tal premisa, la Sra González Laya, titular de Exteriores no se inmutó con el asunto de los GEOS encapuchados en Bolivia ni con la visita de la Vice venezolana; Ábalos mintió media docena de veces sobre la larga jornada en el aeropuerto de Barajas haciendo los honores a Delcy Rodríguez, vetada por la UE.

El Coronavirus fue letal para España pero salvó a Ábalos que estaba contra las cuerdas. Los errores, las falsedades y las contradicciones que conllevó el Covid (fraudes en la adquisición de material sanitario, mentiras estadísticas en la contabilidad de muertos y contagiados, ocultaciones respecto a los inicios del virus y las manifestaciones entorno al 8-M, investigación judicial de tal evento) han puesto en la picota permanentemente a Illa, Simón, Marlaska, Iglesias, Montero etc. Todos ellos tienen credenciales sobradas para dejar el Gobierno pero con toda probabilidad ninguno de ellos lo abandonará.

Y menos aun lo hará su líder, responsable de la marcha titubeante que lleva España mendigando un rescate de Europa que no tenga aire de limosna.

El pacto con Bildu para suspender una legislación laboral muy apoyada por la UE, la creación a perpetuidad de un mínimo vital que va a crear una España subsidiada, cautiva y desempleada; el propósito de desmilitarizar a la Guardia Civil empezando por descabezar algunos de sus mandos que habían perdido la confianza del señor Marlaska; las declaraciones de Irene Montero tan "modernas" como esclarecedoras respecto al principio de la pandemia en España. Sigan ustedes mismos con la lista de dislates.

Y pese a todo ello, no nos debería sorprender que si en menos de un año hubiera nuevas elecciones, entre los seguidores convencidos del PSOE y de UP, los independentistas y filoterroristas, los ERTES y los asalariados vitales, nuestro democrático país se incline una vez más hacia la izquierda, como lo ha venido haciendo dos terceras partes de nuestra democracia desde 1978. Y es que, no nos engañemos, tan repelente resulta para media España la imagen de ZP, Sánchez, Iglesias, Echenique etc, como para otra media la de Aznar, Rajoy, Casado, Egea etc.

En tales circunstancias, ¿quién se queja? y ¿de qué se queja?.