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jueves, 21 de noviembre de 2024 | Última actualización: 22:28

Domingo de la Palabra

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Casimiro López. Obispo de Segorbe-Castellón.

El Papa Francisco, en su Carta Aperuit illis (30.09.21019), ha establecido que todos los años se celebre en la Iglesia católica el Domingo de la Palabra de Dios, el III Domingo del Tiempo Ordinario. Será una Jornada dedicada a la celebración, reflexión y divulgación de la Palabra de Dios. El Papa desea que la Iglesia reviva este día el gesto de Jesús resucitado, que, poco antes de su Ascensión, se apareció a sus discípulos, partió con ellos el pan y “les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras” (Lc 24,45). Jesús quiere abrir también a los discípulos de hoy el tesoro de la Palabra para que comprendamos su riqueza inagotable; porque “si el Señor no nos introduce es imposible comprender en profundidad la Sagrada Escritura” (n. 1).

La Palabra de Dios, contenida en la Biblia, es una palabra viva y eficaz. A través de ella, Dios nos sigue hablando: cuando la leemos, proclamamos, estudiamos, meditamos o contemplamos es Dios quien nos habla. La Sagrada Escritura se hace eficaz en aquel que la escucha con fe y trata de hacerla vida día a día para vivir en profundidad su relación con Dios y con los hermanos.

Ya san Jerónimo, gran estudioso de la Sagrada Escritura, dejó escrito que “la ignorancia de las Escrituras es ignorancia de Cristo”. Si no conocemos la Sagrada Escritura, no conoceremos a Cristo, ni sus palabras y obras, ni el misterio de su muerte y resurrección, que iluminan nuestro caminar, perdonan y salvan, sanan y liberan. Y tampoco conoceremos la riqueza de la vida cristiana y de la misión de la Iglesia. Este Domingo está destinado a que crezca en todo el pueblo de Dios la familiaridad religiosa y asidua con la Sagrada Escritura. La Palabra de Dios es para todos, y no sólo para un grupo privilegiado. Desde el Concilio Vaticano II se han llevado a cabo muchas iniciativas con el fin de difundir, conocer, estudiar y orar la Sagrada Escritura. Deberíamos intensificarlas. En ningún hogar cristiano debería faltar la Sagrada Escritura, para ser leída, escuchada, conocida y orada con frecuencia.

Jesús resucitado se hace presente siempre a través de las Sagradas Escrituras, de modo muy especial cuando se proclaman en la Eucaristía. El Domingo es el día de la Eucaristía y también el día de la Palabra de Dios. El Concilio Vaticano II recuerda que en la Misa hay “dos mesas” que, juntas, alimentan a los creyentes: la mesa de la Palabra de Dios y la mesa del Cuerpo de Cristo (DV 21). Es Cristo resucitado quien en la Misa parte y reparte su Palabra y su Pan eucarístico. Cristo sigue hablando, actuando y dándose en la vida de la Iglesia y en la vida de los cristianos.