Desde hace meses, en realidad desde el 23J, España está viviendo momentos críticos, estamos merodeando el golpe de Estado. Desde aquel mismo día de julio Sánchez y los suyos comenzaron su campaña de descrédito contra Feijóo que había sido encomendado por el Rey para formar Gobierno, en tanto que vencedor de las elecciones. Al mismo tiempo, el presidente en funciones comenzó la operación de pactos con cada uno de los partidos inconstitucionales situados a la vera del 'sanchismo'.
Sánchez nos ha venido restregando por la cara cada uno de los pactos como si aquello fuera una gran victoria. En primer lugar llegó la foto con Bildu, ese partido "filo" con el que Sánchez repitió una docena de veces que nunca pactaría, que estaba dispuesto a apoyar un gobierno de izquierdas -no debemos llamarlo "progresista"- sin apenas negociar o pedir contraprestaciones. Otegi sabía que los premios le vendrían solos en forma de liberación de presos etarras y de una probable victoria sobre el PNV en las próximas elecciones vascas.
Vino después, a bombo y platillo, el acuerdo con Sumar y los reiterados besos y abrazos con la Diaz -que cualquier día puede seguir los pasos de Rubiales-, un pacto pírrico que pronto se vería contestado por las cinco componentes de Podemos que reclamaron su permanencia en el gobierno, en especial las de Montero y Belarra.
La siguiente foto fue de menor nivel, Junqueras-Bolaño, pero las concesiones a ERC no fueron mancas: condonación del 20% de la deuda catalana, 15.000 millones de euros, cesión de los trenes de cercanías y, por supuesto, lo que haga falta en cuestión de Amnistía y Referéndum con relator incluido.
En Bruselas, la vergonzante foto de Puigdemont, después de la que se sacó la Diaz por su cuenta y riesgo, correspondió al número tres del PSOE, Cerdán, foto que acaso buscó opacar la promesa de lealtad de Sánchez a Doña Leonor, pero que no ha conseguido rematar aun la faena con Junts. Puigdemont aguantará firme hasta el último minuto del día 27N.
En realidad cada voto es necesario y si revisamos los acuerdos cerrados, vemos que aparte de otros menores como el BNG y Coalición Canaria, quedan aun pendientes tres importantes pactos: con Junts (7 votos), con PNV (5) y con Podemos (5). 17 votos en total. Cada uno de los cuales es indispensable para que Sánchez pueda ganar la investidura. Todos lo saben.
Como saben también que Sánchez estará dispuesto a ceder cuanto haga falta tanto en principios como en dineros. A fin de cuentas aquellos son variables como los de Groucho Marx y estos "no son de nadie" como un día dijo la entonces vicepresidenta Calvo.
También saben todos esos partidos Frankenstein que con nadie estarían mejor que con Sánchez y que una repetición electoral sería letal para muchos si esta vez venciera la derecha con mayoría absoluta.
Lo que muchos no tienen claro en la izquierda es que todas las cesiones que Sánchez está dispuesto a hacer para continuar en La Moncloa, incluyen ilegalidades de tal calibre que configuran un auténtico Golpe de Estado, que muchos españoles estamos pregonando esta verdad dentro y fuera del país y que las movilizaciones populares constantes pueden derribar los proyectos sanchistas, unos proyectos que acabarían con nuestra aún joven democracia.
Ojalá hubiera repetición electoral. No estamos cansados de votar, al contrario, nos gusta.
Los que están atemorizados son algunos políticos.
No es fácil que la movilización triunfe, pero es posible. Sánchez aun puede caer.