De la docena larga de problemas con que cruzamos el año, un par de ellas se van decantando como las más graves y más consolidadas. Al menos si nos atenemos a los informativos adeptos al gobierno que son casi todos los canales de la pequeña pantalla.
En estos días, las portadas están monopolizadas por los pellets, esas bolitas de plástico de las que nunca habíamos tenido noticia y que ahora nos salen hasta en la sopa. Aunque se utilizan para fabricar todo tipo de objetos de plástico, su verdadero destino parece ser el polucionar el medio ambiente, derramarse por toneladas desde los containers a mares costeros, cubrir las playas y caldear el ambiente político en vísperas electorales.
Hace 22 años ocurrió algo parecido, pero mucho más grave, con el chapapote, un problema que asumió el gobierno de Aznar y que movilizó a los entonces ministros Rajoy y Cascos para resolver el desaguisado.
Todo lo contrario de lo que ocurre ahora; el gobierno central se desentiende de la cuestión y carga las responsabilidades sobre la Junta Gallega confiando en que ello le quite la mayoría en las próximas elecciones de marzo cediendo el mando al conglomerado de izquierda. Confiemos en que el votante gallego no se deje engañar y que a Sánchez le salga el tiro por la culata.
Más grave y mucho más sucio fue el tejemaneje organizado el día 10 en el Parlamento para intentar sacar a flote los tres decretos leyes con que se iba a inaugurar la legislatura. En principio parecían los tres perdidos ya que Junts había asegurado su voto contrario.
Esta vez Puigdemont resultó será más listo -o más tramposo- que Sánchez y en el curso de la sesión parlamentaria, se dejó comprar el voto por un suculento plato de lentejas consistente en la cesión a Cataluña de las competencias en materia de emigración, asunto en que Junts y ERC tienen aviesas intenciones cargadas de xenofobia y de retirada de la policía nacional de la autonomía catalana. Obtuvo también Puigdemont el estimular el retorno de las empresas que huyeron de Cataluña desde 2017, una garantía que ningún país de la UE puede asegurar una vez se ha pactado el libre movimiento de capitales y personas.
TambIén exigió Junts que la Amnistía no sería tumbada por los tribunales europeos y otras varias minucias que vienen a demostrar la enorme debilidad del gobierno español y la triste realidad que el timón del pais lo maneja el prófugo de Waterloo.
Fue necesaria tal humillación para que dos de los tres decretos fueran aprobados por un voto de diferencia (el voto canario). El tercer decreto, la mejora de los subsidios de paro, no pasó pues Podemos votó en contra, quizá pensando que su voto sería irrelevante por creer que Junts se encargaría de tumbar la ley patrocinada por Sumar. ¿O acaso fue la venganza 'podemita' contra el aislamiento a que Diaz les había sometido?
La sesión parlamentaria del pasado miércoles introdujo a España en un largo túnel de horrores en que saldremos a sobresalto por reunión. Los separatistas pasan cada interregno tramando qué van a exigir en el próximo encuentro sabiendo que Sánchez está en sus manos y no puede más que aceptar si quiere seguir en la Moncloa.'
Junts está resultando ser insaciable. Apenas ha pasado media semana desde el último rifirrafe y ya están pidiendo el referéndum bajo la amenaza de que si no se les otorga, colorín colorado esta legislatura se ha acabado, una amenaza ésta que no se la creen ni ellos. Si Sánchez sale de la Moncloa, todos los avances logrados por los independentistas y los filoterroristas -la amnistía a los políticos, los indultos a los etarras principalmente- se irían a pique.
Lo cierto es que todos estos partidos que componen la banda Frankenstein II, con nadie estarán mejor que con Sánchez. Y la gran mayoría de los españoles con nadie estaremos peor que con ellos.