La navegación transoceánica de la Nao Victoria al Galeón Andalucía, el mayor imperio nunca conocido y el Lago Español
La Nao Victoria y El Galeón Andalucía cuentan una historia de heroicidades y proezas náuticas que se produjeron en apenas medio siglo. Pero también el relato de una revolución social, cultural y científica dirigida por España como potencia mundial. Del V Centenario del Descubrimiento de América al V Centenario de la Vuelta al Mundo, a bordo de la Nao Victoria y el Galeón Andalucía en Port Castelló. Puedes descubrirlo todo en Escala a Castelló, en la Exposición de la Ruta de la Seda y en concierto, con Luis y Dani Franco bajo el título 'La vuelta al mundo en concierto'
Esperanza Molina/ Castellón Información
Este año se cumple el 30 aniversario de la Expo 92 de Sevilla en la que se conmemoró el V centenario del Descubrimiento de América. Pero también, en septiembre de este año se cumplirá el V Centenario de la arribada a puerto de La Nao victoria, después de dar la primera Vuelta al Mundo por Mar, al mando de Juan Sebastián Elcano. Y ambos acontecimientos estarán representados durante estos días a través de la Nao Victoria y el Galeón Andalucía en Port Castelló en Escala a Castelló.
Si quiere disfrutar plenamente de la experiencia, es fundamental que conozca una serie de datos que le ayudarán a comprender quienes fueron sus protagonistas y cómo cambió el mundo en apenas medio siglo.
El cielo arriba y el infierno abajo
En el Siglo XV se mantenía, al menos de forma oficial, la teoría aristotélica del ‘cielo arriba y el infierno abajo’ que defendía la iglesia. Se sabía que la tierra era redonda, pero todavía se desconocía su diámetro exacto y la iglesia afirmaba aún, que todo el universo giraba en torno al globo terráqueo.
Mapas erróneos y faltos de certeza científica
Los mapas de la época eran confusos e inexactos. Los topógrafos y cartógrafos recogían sus datos de los viajeros y las expediciones por tierra y por mar, que muchas veces contenían numerosos errores, bien por falta de instrumentos de medición o por la influencia de las teorías oficiales que, por poner un ejemplo, significaban los puntos ‘más valiosos’ para la cristiandad, dándoles un tamaño superior al que realmente tenían (Como era el caso de Jerusalem).
Así estaban las cosas, cuando el comercio y la navegación del Mediterráneo quedaron comprometidos bajo el dominio del Imperio Turco.
La necesidad de mantener aquel comercio tan productivo como era el tráfico de las especias o la seda obligó a adoptar decisiones hasta entonces ‘imposibles’.
¿Cómo llegar por mar a Asia sin pasar por el Mediterráneo?
La pregunta era: ¿Cómo llegar a las aguas de Asia donde se encontraban las islas de las especias (el Maluco), o mantener el comercio de la seda con los territorios de China si el Mediterráneo estaba cerrado?
Para los portugueses, la respuesta llegó a través de la iniciativa de bordear el continente de África, siguiendo la línea de costa. Y no fue nada fácil. Se necesitaron muchas expediciones para avanzar palmo a palmo y demostrar a los marinos portugueses, que detrás de cada acantilado no se encontraba el fin del mundo. Tampoco estaba claro que aquel inmenso continente no estuviera cerrado en la punta sur…
Aun así, Portugal logró su objetivo, abrió la ruta hacia las Molucas y con ello cerró a España una de las alternativas posibles.
La segunda ruta posible, fue la planteada por Cristóbal Colón cuando expuso su proyecto a los reyes Católicos: atravesar el Atlántico, navegar hacia el Oeste para encontrar, Zipango (el actual imperio de Jamón), ‘las indias’ y las islas de las especias.
El plan de Colón solo tuvo un problema, y para nada pequeño: la circunferencia de la tierra era más grande de lo calculado, y entre Europa y Asia se encontraba un nuevo continente, el americano.
Mucho se ha hablado del origen de Colón y de quien fue el primero en atravesar el océano hasta llegar a América, tanto como teorías se han desplegado al respecto. ¿Realmente ignoraba Colón la existencia de América? ¿Se equivocó al trasladar los datos de la carta atribuida al cosmógrafo italiano Toscanelli? ¿Erró al calcular las leguas de distancia del árabe a la ciencia castellana? Hay incluso una teoría, que pretende demostrar que Colón era judío, y que encontró documentos que demostraban que los antiguos templarios ya realizaban travesías entre Europa y América antes de la extinción de la orden por el Papa en 1312.
Por otra parte, para poder afrontar aquella empresa se necesitaban naves capaces de enfrentarse a esa navegación hasta ahora desconocida. Provisión suficiente de alimentos y agua para la tripulación durante los días que durara el viaje. Y, sobre todo: poder orientarse en el mar sin tener puntos de referencia costeros.
Latitud y longitud
Seguramente, para el lector ambos conceptos formen parte de su día a día. Hoy basta con marcar estas coordinadas en un GPS para poder llegar hasta donde se desee.
Sin entrar en consideraciones técnicas un poco más complejas, el lector puede ver el globo como una gran sandía que puede cortar de punta a punta (los polos son los extremos) y la parte más ancha de las rodajas pertenecen al Ecuador. Esas ‘rodajas’ de punta a punta, se llaman ‘meridianos’; todos miden lo mismo. Mientras que, si decide cortar la sandía en sentido transversal, tendrá unas piezas redondas más grandes y otras más pequeñas. La más ancha será el equivalente al Ecuador de la tierra. Las dos más pequeñas y con mayor corteza, serán los polos. Son los ‘paralelos’ y cada uno de ellos tiene circunferencias de diferente longitud. El punto que cruza el meridiano con el paralelo es el que señala en los modernos GPS la ubicación de un lugar concreto. Pero todo eso es muy reciente y entonces apenas se vislumbraba.
¿Cómo orientarse en el medio del mar?
Los navegantes del siglo XV conocían la latitud en la que se encontraban por la posición del sol y el reconocimiento del relieve costero. Y es que las navegaciones se realizaban de costa a costa, en travesías de hasta varios días por mares conocidos que les permitían poder ‘hacer agua’ (reponer el agua potable) y conseguir alimentos frescos.
Pero no tenían capacidad para poder establecer la longitud, o dicho de otra manera, resultaba casi del todo imposible establecer de forma exacta dónde se encontraban en medio del mar y sin puntos de referencia de tierra por ninguna parte.
Durante el día podían orientarse, por la posición del sol y por la noche solo podían fiarse de la estrella polar, que es la única que se mantiene en un mismo punto en el firmamento; pero además debían medir las distancias recorridas para garantizar la posición. No tenían cartas fiables, desconocían donde iban, con qué vientos iban a
encontrarse. Además, navegaban a vela, y aunque las carabelas llevaban velas triangulares, recogían la fuerza del viento en sus velas cuadras.
Es decir, el combustible que impulsaba los barcos era el viento, pero solo podían aprovecharlo ‘en línea recta’ cuando este les empujaba en la dirección correcta desde detrás, por la popa. Hoy, las velas ‘de cuchillo’ permiten a los navegantes poder seguir varios rumbos para aproximarse a su destino… pero entonces la cosa era mucho más complicada.
La geopolítica de la época: España y Portugal y un mundo por conocer y conquistar
Tampoco hay que olvidar en toda esta historia, que tanto Portugal como España eran países católicos que debían devoción al Papa de Roma. Eran las dos grandes potencias náuticas y ambos reclamaban su derecho sobre la ruta y la zona a conquistar.
Si, como se esperaba, se iban a encontrar enormes riquezas era fundamental establecer las bases de quién tendría derecho a qué y por dónde.
De esta forma y con la mediación del Papa se había suscrito el 4 de septiembre de 1479 el Tratado de Alcaçovas en el que ya se repartieron las zonas conocidas más próximas a Europa y África. De forma que a España le correspondía la zona delimitada por las Canarias hacia el norte, y se reconocía a Portugal su dominio de las “islas de Madeira, Azores y Cabo Verde, y sobre Guinea y en general sobre la costa africana ‘todo lo que es hallado e se hallare, conquistase o descubriere en los dichos términos, allende de que es hallado ocupado o descubierto”.
Ahora bien, no había satélites ni aviones ni medios que pudieran certificar si alguna de las partes incumplía los tratados y se adentraba en las zonas de dominio del otro país competidor.
Un papa aragonés para un proyecto castellano-aragonés
En 1492, la elección de Alejandro Borja como Papa Alejandro VI facilitó las ‘Bulas Alejandrinas’ donde se certificaba que “pertenecerían a la corona de Castilla las tierras y mares al oeste del meridiano situado a 100 leguas al oeste de las Azores y Cabo Verde. Se decretaba la excomunión para todos aquellos que cruzasen dicho meridiano sin autorización de los reyes de Castilla”.
Colón, su travesía y el Tratado de Tordesillas: Dónde y de quién
Cuando Colón inició la primera expedición soltó amarras en la península e hizo escala en Canarias (de dominio español) desde donde partió hacia mar abierto.
Como se sabe, no dio la vuelta a la tierra para llegar a las Molucas, sino que se encontró un nuevo pedazo de tierra, enorme y desconocido. Era el continente americano.
Tras la primera travesía de Colón se produjeron enfrentamientos entre las coronas portuguesas y castellana, que se saldó con la firma del Tratado de Tordesillas, que establecía un nuevo reparto del globo entre ambas potencias.
En lo esencial, el convenio establecía una nueva línea de demarcación, “siendo esta la que, teniendo sus extremos en ambos polos geográficos, pasase a 370 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde. La gran diferencia con la demarcación establecida en las bulas pontificias fue que la parte oriental de América del Sur, el extremo este de Brasil, quedaba ahora adscrito al área de acción de Portugal”,
El mundo quedaba repartido en dos, zonas de navegación para las dos potencias, hacia el norte y hacia el sur, pero también al este y al oeste del globo… y según aquellos datos, como luego justificó Magallanes, las islas de las Molucas quedarían dentro de los territorios de dominio español.
El descubrimiento de América tardó en reportar los beneficios pretendidos por la corona española y el objetivo principal, el de llegar a las Molucas no se había cumplido.
Otro portugués, otra expedición, la gesta de Elcano y la vuelta al globo por mar
La cuestión seguía siendo la misma: ¿Cómo llegar a las aguas de Asia donde se encontraban las islas de las especias (el Maluco), o mantener el comercio de la seda con los territorios de China si el Mediterráneo estaba cerrado y además había un continente sin explorar de por medio?
En este punto es en el que comienza la gesta del quinto centenario que se celebra ahora.
El gran problema al que se enfrentaba la corona española es que, por más que lo buscó en las zonas exploradas no consiguió encontrar un paso navegable que cruzara el continente americano de este a oeste. Ya se sabía, porque se había descubierto, que al otro lado del nuevo continente había otro mar, pero conseguir pasar las naves de un lado a otro era prácticamente imposible hasta el momento. La última expedición emprendida por Juan Pedro Díaz de Solís había terminado trágicamente, cuando creyó encontrarlo en la desembocadura del río de la Plata. Dicho de forma resumida, se lo comieron los caníbales de la zona donde atracaron.
Como ya sucediera con Colón, fue otro navegante, en este caso de reconocido origen portugués, Fernando de Magallanes, quien, con ayuda del cosmógrafo Rui Faleiro, pretendió el apoyo de la corona Portuguesa para llevar a cabo una expedición que continuara la primitiva iniciativa de Colón, para atravesar el continente americano y llegar hasta las Molucas.
Pero como ya había sucedido antes, Portugal ya tenía una ruta establecida y la corona le dio la espalda.
Magallanes creía conocer la existencia de un paso este oeste en la parte sur del continente americano. Dónde se encontraba, exactamente, no lo sabía. Además, y esto era lo más importante, había hecho cálculos y estaba convencido de que las islas de las Molucas se encontraban en zona de dominio español.
Con las pruebas que portaba consigo y las explicaciones de Rui Faleiro Magallanes obtuvo el apoyo de la corona española y se granjeó para siempre el odio de la portuguesa, que lo intentó todo para frenar la expedición.
Cinco naves hacia lo desconocido: Motines, traiciones y ejecuciones
Aquella comitiva estaba integrada por cinco naves: La Trinidad, la San Antonio, la Concepción, la Victoria y la Santiago.
La expedición, de la que también formaba parte Juan Sebastián Elcano, salió de Sevilla el 10 de agosto de 1519, completamente equipada. Sin embargo, hubo de mantenerse en el Puerto de Sanlúcar de Barrameda durante semanas, porque Magallanes tenía noticias de que la flota portuguesa pensaba atacarles en el mar.
Como Colón, navegó a las Canarias y desde allí, con los vientos Alisios cruzó el Atlántico.
En aquella expedición de la que hay relatos, diarios de a bordo y novelas históricas, pasó de todo. Guerra entre capitanes, motines, traiciones, juicios sumarísimos, deserciones… Todo eso antes incluso de encontrar el paso del suroeste, denominado oficialmente estrecho de Magallanes.
Cuando salieron al Pacífico ya solo quedaban tres barcos. La Santiago había naufragado y La San Antonio había desertado y vuelto a España.
Medio doblón de oro por una rata
El Pacífico, como bautizó Magallanes al Mar del Sur, significó una auténtica odisea. Los marinos, convencidos de que era solo un mar pequeño y estrecho se encontraron en un océano que supone la tercera parte del planeta. Se acabaron las provisiones y el agua… y cuenta Pigafeta, uno de los seguidores de Magallanes que escribió su propia crónica del viaje, que las ratas del barco llegaron a venderse por medio doblón de oro. Para poder sobrevivir hubieron de cocer hasta el cuero que protegía los mástiles, para comérselo.
La muerte de Magallanes en Mactán y la cena-traición de Cebú
En las Filipinas Magallanes cometió un error que le costó la vida. Pretendía colonizar y ‘bautizar a los nativos’ y pactó con el cacique de Mactán para derrotar a sus enemigos. Pero los nativos se unieron contra él que, seguro de su victoria apenas contó con un puñado de hombres frente a los indígenas. Fue herido en una pierna y rematado en el mar. A su sucesor al frente de la flota no lo le fue mejor. Duarte Barbosa y 30 de sus hombres fueron asesinados a traición en una cena ofrecida en su honor por el rajá de Cebú.
Las tripulaciones habían diezmado. No había tripulación para gobernar los tres barcos y se optó por quemar y abandonar la Concepción.
Al final quedaron solo dos naves, la Trinidad y la Nao victoria. La primera al mando de Gonzalo Gómez de Espinosa, y la Victoria capitaneada por Elcano.
Ambas consiguieron el objetivo de llegar a las Molucas, cargar las naves de especias y planificar el retorno a la península, pero con rutas diferentes.
Primero partió la Victoria, que prosiguió la ruta oeste-este iniciada hasta llegar a Sanlucar el
6 de septiembre de 1522, tres años después de su salida. A bordo solo iban 19 hombres famélicos y cubiertos de andrajos, que habían conseguido la mayor de las proezas: dar la primera vuelta al mundo por mar, y además, con las bodegas llenas de especias.
El valor de aquella carga pagó la totalidad de la expedición. Pero además, aquella gesta consiguió demostrar de una vez por todas, no solo que la tierra era redonda, sino también su circunferencia exacta.
En cuanto a La Trinidad, que llenó las bodegas casi a reventar e inició el regreso por la misma ruta por la que habían llegado, a través del Pacífico. Pero aquel mar se volvió una pesadilla, fueron atacados por los portugueses, la nave se hundió y los navegantes fueron capturados por los lusos que los sometieron a una vida de esclavitud hasta que pudieron ser rescatados en 1527.
Nao Victoria
La Nao Victoria que el lector podrá visitar en PortCastelló, no es la nave original que se perdió después de participar en otras expediciones.
Se trata de una réplica, prácticamente idéntica a la original construida por la Fundación Nao Victoria en 1991 con motivo de la Exposición Universal de Sevilla, hace ahora 30 años. Aunque todo hay que decirlo, su botadura fue, cuanto menos, ‘sorpendente’, como puede volverse a ver en las noticias que se ofrecieron en aquel momento y que Canal Sur recogió en esta información:
Vista con la mirada de ahora, la sensación que produce es la incredulidad por su tamaño y por las condiciones de navegación que debieron padecer los marinos de la época. Y precisamente para responder a todos esos interrogantes, la actual Nao Victoria reprodujo aquella vuelta al mundo entre los años 2004 y 2006.
La réplica y la travesía de esos marineros de la Nao Victoria ha demostrado que fue posible, pero también pone de manifiesto las terribles dificultades que tuvieron que sortear los antiguos navegantes.
Los que ya conocen la Nao Victoria, lo primero que se preguntan es cómo ese ‘cascarón’, que es lo que parece ahora con la tecnología actual, pudo haber realizado una navegación tan larga, y en qué circunstancias se llevó a cabo tan prolongado viaje.
La Nao victoria es un barco de madera, con velas cuadras que desplaza 85 toneladas y que en su día albergó una tripulación de 45 hombres.
Un barco que resulta completamente simple, reducido y de unas condiciones tan básicas, que es casi imposible imaginar cómo pudieron vivir y caber dentro de aquel casco personas, animales y provisiones.
Dimensiones: 26 metros de eslora (longitud), 6,70 metros de manga (anchura máxima), 3,2 metros de calado. 3 mástiles, 6 velas y 290 metros cuadrados de superficie vélica. Más de 120 metros cuadrados de superficie útil. 4 cubiertas, camarote del capitán y áreas de vida a bordo.