XCasimiro López Llorente. Obispo de Segorbe-Castellón
En unos días celebramos la Navidad. Un año más escucharemos el anuncio del ángel a los pastores: "Hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor" (Lc 2,10-11). Esta es la buena Noticia de la Navidad, la razón profunda de la alegría navideña que se ofrece a todos los hombres y mujeres de buena voluntad. Como los pastores, los cristianos escuchamos con estupor este anuncio y acudimos con gozo a Belén a contemplar este misterio de salvación: el Hijo de Dios, se hace carne y acampa entre nosotros. Dios viene hasta nosotros, se hace uno de los nuestros y asume nuestra propia carne para mostrarnos y darnos la vida y el amor de Dios. Nace pobre y humilde para que no tengamos miedo. Dios no nos quita nada, se nos da a sí mismo.
Ese Niño, que yace pobre en el portal, es el Mesías esperado, es la luz para el pueblo que camina en tinieblas (cf. Is 9, 1). Al pueblo oprimido y doliente se le apareció “una gran luz”. Es la luz de la nueva creación. En el Niño de Belén, la luz del origen vuelve a resplandecer en el cielo para la humanidad y despeja las tinieblas del pecado y de la muerte. La luz radiante de Dios aparece en el horizonte de la historia para ofrecer a la humanidad un nuevo futuro de esperanza. Es la luz divina que da valor, sentido y dignidad a todo ser humano y a toda vida humana, a la historia y a toda la creación. Sin esta luz divina todo estaría desolado y nada tendría sentido. Dios se hace hombre para hacernos partícipes de su misma vida, de su amor y de su gloria eterna. La gloria de Dios es que el hombre viva, y la gloria del hombre es el mismo Dios, decía San Irineo.
El Niño, que nace en el portal de Belén, no es una idea o una invención humana. Es un hecho histórico. Este Niño es el mismo Dios que se hace presente entre nosotros por amor a cada uno de nosotros y a toda la humanidad. Él viene para alumbrar nuestra noche, para orientar nuestros caminos y para llevarnos por la senda de la verdad y del amor, de la santidad y de la gracia, de la justicia y de la paz. Él viene para sanar nuestras dolencias y pecados, para darnos la vida y el amor de Dios.
Hoy resuena de nuevo mensaje del Ángel: “No temáis, hoy nos ha nacido un Salvador”. No nos dejemos llevar por los intentos de silenciar la Navidad o de reducirla a compras, comidas y días de vacaciones. Mantengamos vivo el verdadero sentido de la Navidad. Para ello os animo a poner el belén en nuestros hogares y adornar nuestras casas y balcones con símbolos cristianos de la Navidad. Y sobre todo centremos nuestra celebración en el Misterio que nos recuerda el belén y dediquemos un tiempo a meditar sobre la “verdad de la Navidad” ante el portal de Belén. Feliz Navidad para todos.