Casimiro López Llorente. Obispo de Segorbe-Castellón
Un año más, en la mañana de este Domingo de Pascua de Resurrección resuena el anuncio siempre nuevo: “¡Cristo ha resucitado! ¡Aleluya!”. Es la Pascua del Señor, el paso de Jesús a través de la muerte a la vida gloriosa. Jesús ya no está en la tumba. Su cuerpo roto, enterrado con premura el Viernes Santo ya no está en el sepulcro, donde las mujeres lo buscan al despuntar el primer día de la semana. Cristo ha resucitado.
Esta es la gran verdad de la fe cristiana. Aquel, al “que mataron colgándolo de un madero” (Hech 10, 39) ha resucitado verdaderamente, triunfando sobre el poder del pecado y de la muerte. Ante quienes niegan o ponen en duda la resurrección de Cristo, hay que afirmar que es un acontecimiento histórico y real que sucede una sola vez y una vez por todas. El que murió bajo Poncio Pilato, éste y no otro, es el Señor resucitado de entre los muertos: Jesús vive ya glorioso y para siempre.
La resurrección de Jesús no es una invención, fruto de una especulación o de una experiencia mística; no es una historia piadosa o un mito. Es un acontecimiento que sobrepasa la historia, sí; pero que sucede en un momento preciso de la historia dejando en ella una huella indeleble. La luz que deslumbró a los guardias encargados de vigilar el sepulcro de Jesús ha atravesado el tiempo y el espacio. Es una luz diferente, divina, que ha roto las tinieblas de la muerte y ha traído al mundo el esplendor de Dios, el esplendor de la Vida, de la Verdad y del Bien.
Cristo ha muerto y ha resucitado para que todo el que crea en Él tenga Vida, y vida eterna. La Pascua de Cristo es la verdadera y única fuente de Vida y de Salvación para la humanidad. Si Cristo, no hubiera derramado su Sangre por nosotros, por nuestros pecados, y no hubiera resucitado también para nosotros, no tendríamos ninguna esperanza: la muerte y la nada serían inevitablemente nuestro destino final. Y el mal, el pecado, la división, el odio, el egoísmo, la avaricia, el poder del más fuerte y la guerra tendrían sin remedio la última palabra en la vida de los hombres.
Pero no: Cristo Jesús ha resucitado. Su Pascua ha invertido la tendencia en la historia de la humanidad. Aunque tantas veces parece que triunfa el mal y la muerte, la resurrección de Cristo es la nueva savia, capaz de regenerar todo y a toda la humanidad.
Y por esto mismo, la resurrección de Cristo da fuerza y significado a toda esperanza humana, a toda expectativa y a todo proyecto de progreso humano. La última palabra en la historia de la humanidad y en la historia de cada uno ya no la tienen ni la muerte, ni el pecado, ni el mal, sino el amor y la Vida.
Feliz Pascua de Resurrección.