Los toros de Pedro Domecq y Zalduendo fueron exigentes pero respondieron a la lidia de los tres maestros
Segunda Puerta Grande para la Feria Taurina de la Magdalena. José María Manzanares salía a hombros tras cortar dos orejas a su primero, Olé de Pedro Domecq y una a su segundo, de la ganadería Zalduendo. Los toros fueron exigentes, pero dieron juego ante una buena lidia en la que se lucieron los tres maestros: Finito de Córdoba, Morante de la Puebla y José Mª Manzanares. El arte de matar privó de triunfos a Morante y Finito. Plaza casi llena, buena representación catalana y una corrida para disfrutar.
EM/FA
La corrida de Feria de la Magdalena de hoy ha sido para disfrutar, buenos toros y mejores toreros. La lluvia de la mañana despejó, salió el sol, el día se aclaraba, hacía frío, con viento del norte que rolaba a noroeste y noreste. La plaza casi llena. Hacía tiempo que la plaza de Castellón no registraba tanta asistencia. Pero no era para menos, el cartel se lo merecía: toreaban: Finito de Córdoba, Morante de la Puebla, y José Mª Manzanares. Los toros pertenecían a dos ganaderías: Juan Pedro Domecq, para los tres primeros y Zalduendo, la otra mitad de la corrida.
En la plaza, muchos representantes taurinos y aficionados de Cataluña con pancarta incluida. Y como anécdota inicial, la asistencia a un espectador que se encontraba entre los tendidos 7 y 8, que se encontraba mal antes de empezar el evento.
Posiblemente no todos los toros fueran igualmente buenos, pero las diferencias las marcaron los toreros y su habilidad para arrancar al astado. La elegancia de movimientos, los bailes entre torero y toro, y poco a poco la capacidad de dominar una situación que fue capaz de levantar a la plaza en múltiples ocasiones.
El primero, ‘Bastardo’, un negro burraco de 504 kilos, se encontró con una plaza relativamente fría. El toro estaba ‘despistado’ y rehuía el encuentro; y Finito de Córdoba quizá no supo cogerle la medida adecuada… le costó hilar los pases y conseguir varias series seguidas. A la hora de matar, media estocada y descabello que le costó acertar. La plaza reconoció el esfuerzo y poco más.
El segundo, también de la ganadería de Pedro Domecq, tenía un color ocre ‘colorado braga’ muy bonito. Se llama ‘Gentuza con 503 Kg. Morante de la Puebla supo establecer diferencias y demostrar lo que es un buen toreo y una mejor lidia.
Era como si no tuviera prisa, media las distancias con el toro, lo buscaba sin agobiar, y finalmente consiguió que el astado se fijara en él y le diera una buena lidia. La plaza aplaudía y Morante era capaz de plantarse, como un clavo, delante de “gentuza”, en un desafío que acababa ganando el torero. Era la diferencia entre saber lidiar o no. Entre esperar a que salga un toro dócil o tener que trabajarlo. Y el maestro se lo trabajó.
La plaza estaba caliente, Morante se dejó la piel. Pero también se dejó la oreja en el arte de matar. Tuvo que situar al toro hasta tres veces antes de entrar de verdad. Al final consiguió cuadrar su estocada y el toro dobló. Pero la plaza ya se había enfriado y no pidió el trofeo, aunque dedicó una fuerte ovación al maestro.
Y llegó el tercero. Un negro mulato, de 508 kg de peso, de nombre ‘Olé’ que hizo bueno su nombre, para el diestro José Mª Manzanares.
La verdad es que Manzanares fue bueno de principio a fin. Esperó al toro cuando salió a la plaza, triunfó con el capote antes de picadores y supo mantenerse durante la suerte de banderillas. Con la muleta, el toro le dio juego, pero también porque Manzanares lo fue lidiando poco a poco, con mimo, con cariño y con tesón. Bueno con la mano derecha y con la izquierda, consiguió que el toro le respondiera y ambos establecieron una danza a vida y muerte realmente embelesadora. La plaza estaba fuera de si. El toro respondía, pero además Manzanares le cogía el ritmo y lo dominaba, con todo tipo de pases y de aciertos.
La faena fue sensacional. Y a la hora de matar, Manzanares no tuvo dudas. Fue una estocada certera, mortal. Fue un toro bueno hasta para morir, se resistió, estableció su último vínculo con el torero, antes de caer fulminado.Y la plaza respondió, Lo pidió todo y consiguió dos orejas. Castellón ya tenía su segunda puerta grande de Magdalena.
El cuarto de la tarde fue parecido al tercero, un toro negro, de Zalzuendo, de 502 Kg, llamado ‘viveres’.
En esta ocasión Finito se encontró con un toro más a su medida. Intentó ganarse a pulso el favor del público, y realizó una buena faena. Pero llegados a la última suerte, tampoco él la tuvo. Una estocada que no llegaba a media, y que necesitó de descabello, que tampoco acertó a la primera.
El segundo de Morante, quinto de la tarde, era un ‘negro braga’ de 483 kilos. Un toro bonito, de color negro salvo por las pinceladas blancas que llevaba en la cadera y en la pata. Se llamaba ‘embajador’.
Como en su primer toro, Morante hizo una faena proverbial. El público no llegó a juzgar si el toro era bueno o mejor, porque el trabajo de Morante era insuperable, tranquilo, elegante, dando distancia al toro. Cuando el astado pretendía plantar cara, Morante se quedaba quieto, preparaba el capote, y lo esperaba desafiante, al final el toro lo buscaba y entraba por donde él quería. Solo ver la faena, merecía ya con creces la corrida y el precio de la entrada. El público estaba encandilado y esperaba para premiar al torero.
Pero el fallo de Morante fue el mismo que su primer toro: toda su maestría en la lidia quedaba deslucida en el arte de matar. El pinchazo calmó las aspiraciones del público. Después una estocada certera hasta el puño. No hubo oreja, pero si aplausos y vuelta al ruedo.
Con el sexto y último de la tarde volvía José Mª Manzanares.
El toro de la ganadería Zalduendo, era negro, bonito, con 477 kilos, ganas y potencia. Se llamaba Zangamango.
Manzanares demostró que lo suyo no era suerte con un toro, sino maestría en la lidia. Porque desde el principio fue a lucirse y supo establecer un vínculo entre él y el toro. La forma de citarlo, la forma de encararlo, la pose y los gestos, con la mano izquierda y con la derecha. Zangamango y Manzanares también presentaron una gran faena con un público encantado. No fue como en su tercero, pero fue sensacional.
Y Manzanares además, supo rematar. Buena estocada, el toro intentó resistirse a la muerte pero doblaba sin necesidad de descabello.
Público y presidente le concedieron una oreja, la tercera de la tarde. La salida a hombros de Manzanares fue del todo espectacular y, ni cuando el torero entró en la furgoneta para marcharse le dejaban arrancar, peticiones de autógrafos, fotografías a través de la ventanilla. Y es que hasta el momento, Manzanares ha sido el gran triunfador de la Feria de la Magdalena 2014.
